LA HABANA, Cuba.- Manuel González Hernández, “El médico de la salsa”, rehúsa sacar al castrismo de la lista de los agentes patógenos que han podrido el tejido social y económico de la nación cubana.
Por estos días lo ha confirmado con una carta publicada en Facebook donde arremete sin medias tintas contra el mismísimo Fidel Castro, llamándolo el “justiciero injusto” y explicando con lujo de detalles los motivos por los que escogió tal calificación.
Al cantante, que se fue a Miami en el 2001 para regresar a La Habana en el 2013, no se le ha visto en ningún escenario, ni su música ha vuelto a ser difundida por los medios oficiales. Y es que, desde su llegada a la capital del exilio, expuso el rechazo al sistema político vigente en la Isla de la misma manera que lo hace ahora a expensas de mayores represalias. Por el momento sólo le han aplicado el ninguneo, aparte de los chivatos que deben estar al tanto de cada uno de sus movimientos.
Es de suponer que él no exista más allá del entorno familiar, el vecindario donde reside y seguramente en el restringido espacio reservado a las amistades del gremio que se atreven a dirigirle la palabra o a saludarlo sin acercarse demasiado.
La postura de este doctor devenido músico contrasta con la de otros artistas que han cerrado filas con el poder por convicción o conveniencia.
En este grupo habría que señalar también a los que juegan con la cadena sin tocar al mono. Cuestionan, pero siempre con las coletillas que revelan su fidelidad a la revolución y a sus máximos representantes.
Imposible olvidar el acompañamiento musical del conjunto “Arnaldo y su talismán” en uno de los actos de repudio que organiza la policía política y el partido contra los grupos opositores y de la sociedad civil independiente ni tampoco el respaldo en blanco y negro del eminente pianista Chucho Valdés, junto a otros renombrados artistas e intelectuales, a las políticas represivas del gobierno.
Las firmas apoyaban el documento titulado “A los amigos que están lejos” y respondía a la legitimación del fusilamiento de tres jóvenes por el fallido intento de desviar una embarcación hacia Estados Unidos y el encarcelamiento de 75 líderes y activistas de los movimientos prodemocráticos.
Ambos acciones, ocurridas en el 2003, tuvieron de trasfondo la arbitrariedad y el escarmiento. La transparencia y la autonomía de los tribunales quedaron como de costumbre supeditados a la voluntad de la cúpula gubernamental.
En medio de los servilismos de larga data y las posturas para quedar bien con Dios y con el diablo, “El médico de la salsa” vuelve manifestar su descontento sin música, pero con palabras que no dan pie para dobles lecturas.
Habla y escribe para que el mundo sepa de su tirria hacia el socialismo que acaba de recibir un nuevo bautizo de unanimidad en el VII Congreso del partido. Cree en la necesidad de cambios profundos para que la sociedad deje atrás las taras del estancamiento y el miedo.
Eso lo convierte en un agente subversivo. Algo que parece no preocuparle mucho.
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