MIAMI, Florida, marzo, 173.203.82.38 -La campaña propagandística montada por el régimen cubano alrededor del uso y acceso a Internet, tuvo continuidad en un nuevo episodio. El último capítulo de la serie correspondió a las revelaciones de un supuesto agente del servicio de inteligencia castrista, destapado para la ocasión, quien expuso ante los medios oficiales cubanos el operativo para instalar modernos equipos con los se buscaba burlar el control ciberespacial que mantiene el gobierno comunista.
El proceso judicial contra Alan Gross, contratista norteamericano acusado por actos contra la independencia de Cuba, es el argumento principal de esta trama. A su alrededor se tejen otras historias, sub tramas que sirven para reforzar, dar mayor énfasis y credibilidad, a un libreto donde el gobierno cubano mantiene el papel de víctima frente a la contrafigura del gran villano imperialista.
La salida al exterior de un video conferencia sobre las nuevas tecnologías de la comunicación, dictada por un especialista del Ministerio del Interior cubano, fue el preámbulo que antecedió al desenmascaramiento de dos disidentes que trabajaban para dicho organismo.
La nueva sorpresa resultó en las declaraciones vertidas por otro agente de la Seguridad del Estado, quien dijo fue contactado y contratado por la CIA para llevar a cabo acciones subversivas contra el país. Según sus declaraciones dichos actos consistían en el montaje de redes comunicativas mediante sofisticados equipos satelitales. Las revelaciones de Dalexis González Madruga, en su doble identidad de Alejandro (CIA) y Raúl (Seguridad del Estado) fueron dadas a conocer por Granma y Juventud Rebelde en un material titulado Operación Surf.
El héroe del momento se presentó como un ingeniero en telecomunicaciones, experto en confeccionar antenas parabólicas de alta demanda en el mercado negro de la isla. El relato del presunto espía recoge este hecho como la clave que determinó el interés de los reclutadores en su persona, ayudado a su vez por la recomendación de un “amigo” suyo que reside en España.
La reconstrucción de los hechos narrados por el protagonista al estilo de un reality show, deja espacio a las dudas, sobre todo conociendo la capacidad de la policía política cubana para montar escenarios que funcionen a su conveniencia. Las interrogantes quedan abiertas desde la misma circunstancia coyuntural en que se produce el revelamiento. La imagen del propio infiltrado cuando expone los detalles de la misión triunfante, no se aviene con las del oficial de inteligencia que habla de la tarea lograda con la presunción propia de los que pertenecen a ese cuerpo.
Más bien vemos a un individuo que explica de manera tímida un guión previamente acordado. La actuación de Dalexis puede estar vinculada con la incidencia que origina su participación en este evento. La construcción y comercialización clandestina de antenas parabólicas es una actividad seguida de cerca por los operativos policiales que las persigue. La detección estos implementos concluye con su desmontaje, confiscación de bienes y multas a sus poseedores. Es lógico pensar que las medidas represivas sean más fuertes contra el que provee estos medios catalogados de ilícitos y peligrosos por el sistema totalitario.
Pero si delicado es hacer artilugios para lograr enganchar los programas que se producen en la otra orilla y ponerlos a disposición de un número limitado de televidentes cubanos, mayor delito es romper el cerco que impide el desborde del flujo informativo mediante internet.
Cabe la posibilidad de que Dalexis cayera en una de estas redadas, incluso que fuera sorprendido inmerso en la faena de las redes informáticas que tanto sueño quitan al castrismo. En cualquier caso es razonable pensar que el precio fuera aceptar el rol de infiltrado. No es el único cuestionamiento que surge tras ver este video.
Llama la atención la manera tan infantil en que especialistas en lides conspirativas transmiten un correo explícito, dando lujo de detalles sobre la manera en que se hará la operación de suministro, así como los lugares y las personas que intervendrán. Después están los sitios escogidos para dichas entregas. La desmesura, hasta el absurdo, ubicó una de estas transferencias en Baracoa. Desde La Habana, en el otro extremo del país, se movió Dalexis para recoger unas coloridas tablas de surf que contenían las antenas. La cita se pactó en un centro turístico solitario y agreste, donde el encuentro de un huésped con un nacional no debe pasar desapercibido. Queda una última cuestión en esta tramoya. Las antenas parabólicas tan sofisticadas colocadas en azoteas habaneras ¿Iban a pasar inadvertidas para el sistema de vigilancia imperante en la sociedad cubana, donde hay que cuidarse hasta de los fumigadores anti mosquitos?
La puesta en evidencia del agente Raúl, más allá de los elementos discordantes de la escenificación, tiene objetivos claros que son los que importan a los productores de la serie. El primero es dar continuidad a la imagen de bastión sitiado que el gobierno de Cuba quiere seguir mostrando ante el mundo. El segundo, de consumo interno, busca inducir el miedo entre los ciudadanos, a través de una percepción falsa. Acceder a Internet fuera de los cánones establecidos y según los parámetros fijados por las normas oficiales, resulta un potencial peligroso. El incauto que viole las reglas puede terminar enrolado en las filas de los enemigos y espías al servicio del Imperio. Finalmente el mensaje tiene un alcance universal. Si en Cuba no hay acceso a los medios de comunicación que funcionan normalmente en otros países, se debe a la política de bloqueo mantenida por el gobierno norteamericano, que solo favorece a blogueros, periodistas independientes y disidencia en general.
Sembrar la desconfianza, el miedo y el rencor entre cubanos es una de las especialidades del Ministerio de Control Absoluto más conocido por Seguridad del Estado. Las historias sobre tablas de surf y agentes falsos o reales, quedan supeditadas al gran objetivo manipulador y represivo que es su verdadera meta.