LA HABANA, Cuba.- Con cierta admiración y alegría comencé a leer un texto que compartió Julio César Guanche en su muro de Facebook hace algunos días. Dicha publicación, titulada “Decencia y docencia en la Universidad Cubana”, se trata de una iniciativa para que varios intelectuales, activistas, y personalidades, compartan de forma pública su parecer sobre la negativa de la Universidad de la Habana a renovar el contrato del profesor Julio Antonio Fernández Estrada, prominente jurista, hijo del legendario Fernández Bulté (autor este de buena parte de la teoría y los textos en los que se fundamenta la enseñanza del Derecho en Cuba). La maniobra de “la Universidad”, sin que se especifique algún nombre de funcionario en concreto, se sospecha que esté motivada por un artículo publicado por Julio en la Revista OnCuba, titulado: “No quiero saber nada de Obama ni de los Industriales“.
Me pareció justo y útil tan elocuente gesto de solidaridad, en el que participaron entre otros Israel Rojas (cantante de Buena Fe), el propio Guanche, Juan Valdez Paz, Aurelio Alonso, Mylai Burgos, Llanisca Lugo, Ariel Dacal, etc…
Considero que la mayoría de los textos reflejan excelentes análisis y aportan sólidas razones para que sea resuelto el caso en cuestión.
Pero no más adentrarme en la lectura de sus respectivas defensas, me saltaron a la vista algunas cuestiones que motivan estas líneas.
Lo primero es el propio encabezado en el que se lee que Julio es un “profesor, jurista y socialista confeso”. El final de esta frase me hace dudar acerca de si la declaración de estas personas es una posición de principios contra un claro abuso de autoridad, ¿o es una defensa sectaria particular que solo se ejerce porque el afectado es un “socialista confeso”?
¿Tiene algo que ver si el profesor en cuestión (que es ejemplo de consagración al magisterio, honrado y respetado) es socialista o no lo es? ¿Qué posición asumirían los mismos firmantes si se tratara de un socialdemócrata, liberal, ambientalista, de derecha, gay, o miembro de Somos+?
En este innecesario énfasis que resalta la concomitancia ideológica de Julio con el statu quo, se observan los propios límites del ejercicio del pensamiento y de la crítica de algunos firmantes. También se patentiza la misma estrechez de mira, intolerancia y “vieja mentalidad” que intentan denunciar en sus palabras.
Lo siguiente que me llamó la atención es que se invita a participar de la iniciativa a “un grupo de personas, sobre todo del mundo del activismo en la vida pública y de clara sensibilidad con el proyecto de justicia social y soberanía en Cuba”.
Vamos por partes. Como lector y como ciudadano ahora me queda la duda de si estoy dentro o fuera de esos enrevesados filtros que pone la convocatoria. En lo personal estoy más que de acuerdo con la justicia social y la soberanía (pocos en el mundo no lo están). Otra cosa es que piense que el gobierno actual nos esté conduciendo de forma efectiva a tales fines o lo haya hecho en décadas pasadas a la altura de lo que su propaganda promueve.
Se habla también de “activistas en la vida pública”. Me asombra y hasta me avergüenza que, considerándome una persona más o menos informada, no tenga el más mínimo conocimiento sobre el activismo, las campañas, las demandas, proclamas, iniciativas, grupos, objetivos o los medios por los cuales estas personas desarrollan su “activismo en la vida pública”. Le ruego a cualquiera de ellos, con el mayor respeto, que me hagan llegar alguna información al respecto con el fin de ayudar a la promoción desde nuestro modesto blog o en mi perfil personal de Facebook.
El tema de “nuestro proyecto de justicia social y soberanía” también me deja un vacío tremendo. Mucho más frustrado me quedé al intentar infructuosamente conseguir en internet o en intranet datos claves o cualquier tipo de precisión sobre el mismo.
Eso sí, leí varias referencias al título, pero nadie me explica los siguiente: ¿En qué consiste el proyecto? ¿Quiénes participan? ¿Qué fechas de inicio o conclusión tiene? ¿Los cientos de miles de jóvenes que se van, más los que quieren irse, son o no parte de él? ¿Cuándo, quién y por qué medios se rinden cuentas del progreso del proyecto? En fin, soy un mar de dudas en este momento.
Cuando era un adolescente, algunos de mis amigos decían con bastante razón que yo era un poco “muelero”. Esto me ayudó en muchos contextos y me perjudicó en otros. Pero con el tiempo y las primeras brisas de la madurez, aprendí que no se deben disparar palabras como si fuéramos una ametralladora sin tener en cuenta el peso intrínseco de cada una de ellas. O como dicen algunos por ahí, “hablar a lo Hassan”.
A veces tengo la impresión de que cierta sociedad civil creada por tarea de choque en un curso emergente (cuyos mejores graduados fueron a Panamá a recoger su diploma) ha adoptado de un día para otro una jerga que se ha puesto de moda para encajar en eventos y publicar artículos, sin sentir, interpretar o querer asumir los costos reales de los roles que describen. Me dolería comprobar que personas, a las que respeto y leo con atención, repiten esta práctica.
Volviendo al texto, en la propia introducción se afirma: “Como sucede con cualquier dato o acontecimiento nacional, este permite encausar el permanente debate sobre la realidad cubana, sus tenciones, desafíos y alcance”. Esto me recuerda al monólogo del humorista “Bacán” sobre Chipre…
¿Qué es un debate nacional permanente? ¿Entre quién? ¿Dónde se puede ver? En fin, no voy a repetir las mismas preguntas…
¿Será que toda la institucionalidad democrática inexistente en Cuba es equivalente a un grupo de amigos intercambiando emails o compartiendo posts…?
Deseo dejar muy claro que apoyo cien por ciento la exigencia de que ningún profesor sea expulsado de las aulas por expresar libremente sus opiniones en medios alternativos. Ni Julio, ni Pedro, ni Juana, ni Pancho ni ninguno merece tal atropello a su desempeño profesional y a su honra.
Pero me quedo bastante preocupado con el exceso de lecturas y vacío de realidad práctica que habita en el pensamiento de algunos legítimos…