LA HABANA, Cuba. – En días pasados el primer ministro Manuel Marrero Cruz participó en sendas reuniones en las que se pasó balance del trabajo realizado en el pasado 2022 por los ministerios de la Agricultura y de la Industria Alimentaria. Como es lógico imaginar, abundaron las informaciones desfavorables acerca del trabajo de ambos organismos.
El análisis de la agricultura comenzó con la desestimulante afirmación del señor Marrero en el sentido de que su gobierno no tiene más dinero para importar recursos ni financiar nuevas inversiones en el sector. El funcionario adujo limitaciones como la falta de combustible, y el infaltable “bloqueo” de Estados Unidos. Sin embargo, el premier nada dijo del mal manejo de los recursos por parte del Gobierno, que ha invertido mucho en la construcción de hoteles, muchos de los cuales se hallan semivacíos, y muy poco en la agricultura. Ha trascendido que durante el pasado año el país invirtió 23.359 millones de pesos en el sector turístico, y solo 1.855 millones de pesos en la agricultura.
El sector agrícola incumplió en el período las producciones de viandas, hortalizas, arroz, cítricos y frutales; mientras que en la rama pecuaria no se cumplieron los planes de producción de carne bovina y equina, huevos, leche y carne de cerdo. Aquí no se pasó por alto que en el 2022 fueron hurtadas y sacrificadas ilegalmente 48.755 cabezas de ganado más que en el 2021.
Hubo consenso acerca de que no existe por parte de las entidades una adecuada atención a los productores. Los impagos a estos últimos ascendieron a 16 millones 842.385 pesos. Por otra parte, no son pocas las empresas del sector, y hasta algunas entidades no estatales, donde el porcentaje de trabajadores no vinculados directamente con la producción es alto. Algo que complica sobremanera el desempeño productivo de esos actores económicos.
En el balance del Ministerio de la Industria Alimentaria, por su parte, se informó que las producciones de alimentos en este 2022 decrecieron en 208.721 toneladas con respecto al 2021. Es decir, ¡que se produjo menos cuando ya el país había salido prácticamente de la pandemia del coronavirus! Los renglones más afectados fueron el yogur de soya, la harina de trigo, las croquetas, la camaronicultura, las bebidas alcohólicas nacionales y los refrescos.
A propósito de estos dos últimos renglones, el señor Marrero la emprendió contra la proliferación en el país de cervezas, rones, y refrescos extranjeros, todos importados por las mipymes con el visto bueno de las autoridades del sector alimentario. Sugirió traer al país las materias primas para producir esos renglones internamente. Mas, si no hay importaciones, y fallan las materias primas, como ha sucedido con frecuencia, ahí viene el desabastecimiento, y el consiguiente perjuicio para los consumidores.
Con respecto a las producciones pesqueras, el Ministro de la Industria Alimentaria, al referirse a la nueva Ley de Pesca, apuntó que “entre las principales dificultades que imposibilitan la implementación de esa legislación está que los actores que participan en la actividad refieren que la norma es inflexible, genera trabas, y la visualizan como la principal causa de la escasez de productos pesqueros en nuestros mercados nacionales”.
Parece increíble que un ministro asocie la escasez en el país de productos pesqueros con la aparición de una nueva ley para el sector. Porque hace mucho tiempo, incluso mucho antes de que se concibiera la referida ley, que no había pescado para los cubanos de a pie. Además de que la rama pesquera, junto con la azucarera, eran ―y siguen siendo― las cenicientas de la economía cubana.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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