PUERTO PADRE.- La novela de William Faulkner El ruido y la furia, inspirada desde la perspectiva de los absurdos del mundo vistos por alienados, parece haber inspirado a Tim Golden y Sebastián Rotella al titular el reportaje The Sound and the Fury: Inside the Mystery of the Havana Embassy, publicado la pasada semana en Pro Publica, en relación a los diplomáticos estadounidenses presuntamente lesionados en La Habana.
Por el diario digital estadounidense, especializado en investigar a fondo, ahora nos enteramos —de ser cierto— de un detalle de muy particular interés desde el punto de vista de la investigación criminal.
“Era molesto hasta el punto que tenías que entrar en la casa y cerrar todas las puertas y ventanas y encender la TV”, dijo a los reporteros uno de los diplomáticos estadounidenses presuntamente afectado a condición de permanecer en anonimato.
Cabe preguntarse: ¿de dónde procedían esos “ruidos fuertes” y dónde se encontraban las personas que los sufrieron que debieron buscar refugio dentro de la casa completamente cerrada y encender la TV para atenuarlos?
El diplomático entrevistado dijo que poco después, cuando él y su familia cenaban con un colega, el ruido se repitió y comentó estar bastante seguro que “son chicharras”, pero el otro respondió, “es un sonido demasiado mecánico”.
El diplomático estadounidense que debió encerrarse dentro de su casa, escuchó en noviembre de 2016 en su jardín los “ruidos fuertes”; en marzo de 2017, médicos de Miami le diagnosticaron daños serios en uno de los huesos pequeños de uno de sus oídos, entre otros problemas, y que tendría que “usar un audífono”.
Según Pro Pública, se han manejado sin resultados múltiples hipótesis causales, desde síntomas de origen psicológico hasta ruidos producidos por chicharras.
En cuanto a los posibles implicados, analistas consultados por los reporteros del diario digital coincidieron en que, ahora que el deshielo de las relaciones Cuba-EEUU estaban produciendo rendimientos, La Habana no estaría interesada en lesionar a funcionarios estadounidenses.
Concerniente a la posible implicación rusa, Pro Publica dice que los servicios de inteligencia de Estados Unidos no han probado ni que los rusos posean un arma capaz de causar los daños reportados ni que hubieran desplegado agentes en Cuba para la ejecución de un operativo de esta envergadura.
Basándose en un estudio publicado por la revista médica Journal of the American Medical Association, el Departamento de Estado de EEUU emitió una alerta de salud para los ciudadanos de su país que pretendan viajar a Cuba donde dice que, “numerosos empleados del Gobierno estadounidense parecen haber sido blanco de ataques específicos, y muchos de ellos sufrieron lesiones a consecuencia de estos”.
El estudio de la Asociación Médica de Estados Unidos revela síntomas de conmoción cerebral sin que las personas lesionadas recibieran golpes en la cabeza y descarta la hipótesis de histeria colectiva.
Los periodistas Cary Roque y Tomás Cardoso, conductores del programa Cuba al Día, de Radio Martí, respecto a las citadas publicaciones preguntaron mi opinión desde el punto de vista estrictamente profesional, esto es, desde la perspectiva técnica-operativa de la investigación criminal, y al respecto dije:
“Pro Publica está diciendo que entre los afectados hay seis agentes de inteligencia, de la CIA, concretamente, que estaban haciendo el trabajo de cobertura en la embajada de La Habana, y cuatro de ellos sufrieron esta situación y luego dos más, seis en total.
“Aquí hay una situación, hay un dato concreto; que no es en la embajada, estaban actuando sobre casas de diplomáticos; pero todos sabemos que en Cuba, nadie puede operar sobre las líneas telefónicas, eléctricas, o de aguas albañales sin conocimiento de las autoridades.
“Y más en este caso de diplomáticos, no de extranjeros de cualquier país, sino concretamente de estadounidenses, sobre los cuales el gobierno cubano mantiene una observación muy específica, no sólo humana, sino con todo tipo de medios técnicos, y me parece difícil que esto estuviera ocurriendo, que algo estuviera ocurriendo sin un ojo avizor de las autoridades.”
Según el doctor Manuel Jorge Villar, un “seudo informe médico” enviado a la parte cubana por las autoridades estadounidenses, reporta una lista de síntomas padecidos por sus diplomáticos en La Habana, entre los que se identifica el acufeno, término médico utilizado para describir sonidos (campanilleo, pitidos, zumbidos, ronroneos, estruendos, cantar de grillos…) sólo audibles por la persona afectada.
Cifras de EEUU citadas por el doctor Villar reportan 50 millones de estadounidenses adultos que padecen acufeno y el 6% de ellos, 12 millones, de forma intensa y con necesidad de atención médica.
Respecto a las dolencias reportadas por los diplomáticos estadounidenses en La Habana, el doctor Manuel Villar se preguntó: “¿Alguien puede asegurar que no las padecían antes?”
En este mundo loco, ruidoso y violento, cualquier cosa puede suceder. Pero si alguien cree que en Estados Unidos, dentro de los 12 millones de personas que padecen acufenos severos según dijo el Dr. Villar, alguien reclutó una veintena de ellos, para traerlos a La Habana y hacer pasar sus dolencias por actos de agresión, a la persona que tal cosa cree y sea capaz de escribir de forma estética, se le debía conceder el Nobel de Literatura por crear una ficción superior a la de William Faulkner en El ruido y la furia.
El final de esa novela asombrosa, ambientada entre Washington y La Habana, debía ocurrir cuando por extraer de la ficción a los verdaderos criminales, como del Nautilos se extrajo el submarino de hoy, en sencilla ceremonia al equipo de investigadores que esclareció este caso, se le entregue el Premio al Sustento Bien Ganado. Claro, en ese instante la obra habrá dejado de ser novela para erigirse en Reportaje.