LA HABANA, Cuba. – Vete de mí es, sin dudas, una canción inquietante, y más si se escucha en la voz de Bola de Nieve. Pensar en Vete de mí me trae un montón de recuerdos, y hasta me devuelve algunas voces que ya no están. Vete de mí me devuelve la voz de un viejo poeta ronco que murió hace algunos años y que solía parodiar esa canción. El viejo poeta de voz ronca, más bien ronquísima, sustituía el “apretar” por “aplaudir”, y sonreía, socarrón.
“Tengo las manos tan desechas de aplaudir”, así le escuché decir, con su voz ronca al poeta César López. “Tengo las manos tan desechas de aplaudir”, declamaba, sustituyendo el “apretar” por “aplaudir”. Y quizá para muchos sea solo una humorada, un sarcasmo, un pujo de viejo, pero era más, para mí era mucho más, y hasta tengo la certeza de que lo era también para el viejo poeta ronco.
César López aludía a las manos tan cansadas de aplaudir, no a las manos cansadas de apretar y tampoco a las manos cansadas de trabajar con el machete, con el pico y la pala, con las manos sobre el teclado. César se refería a las manos desechas de tanto y tanto aplaudir. Y es que Cuba podría ser el lugar donde más aplausos se hayan propinado en la historia del mundo. Cuba es el país de los más exaltados encomios en toda la historia de la humanidad.
Cuba es, a no dudarlo, el país de los aplausos. Y la mayoría de esos aplausos cubanos fueron dedicados a Fidel Castro, a sus discursos, a sus mandatos caprichosos, incluso a las mentiras. Cuba tiene el mayor índice de aplausos per cápita. Aplausos, aplausos y aplausos a Fidel Castro, desde que subiera al poder en 1959.
Cuba es, sin dudas, el país de mayor índice de aplausos inmerecidos. Y para comprobarlo bastaría con detenernos un ratico en la última celebración del asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, en esa plaza que estuvieron renovando para la celebración. Lo que gastaron no lo supimos, y jamás lo sabremos, porque el poder comunista no rinde cuentas.
El poder comunista no rinde cuentas. Al poder comunista no le podemos exigir una relatoría de gastos. El poder simula austeridad aunque concrete los mayores derroches. Y ahora acaba de transcurrir el 13 de agosto, el cumpleaños “nosecuánto” de Fidel Castro, y otra vez las reverencias, y otra vez los derroches de lisonjas y flores, de requiebros y flores y flores, mientras el país se cae a pedazos, mientras el país se sume en la inmundicia.
La celebración del asalto al Moncada sirvió para hacer exhumaciones que fueron seguidas por nuevas inhumaciones en sitios nuevos, y todito fue televisado, como si a un pueblo que desfallece por el hambre y se irrita por los apagones que lo hacen sudar, desfallecer, le interesaran esos muertos que no son muertos de la patria, que no son muertos del pueblo.
Y tras julio llegó agosto y llegó su decimotercer día, y otra vez los aplausos, y otra vez las reverencias, las más pronunciadas genuflexiones, mientras los de a pie nos flagelamos, nos laceramos. Llegó agosto y llegó su día 13 con el cumpleaños de Fidel Castro, y también las loas, las alabanzas, mientras la ciudad se derrumba, se destruye, y ellos cantándose, alabándose.
Llegó el 13 de agosto, y el cumpleaños de Fidel Castro, y las alabanzas, los agasajos, y los cumplidos, sin reconocer que los muertos dejan de cumplir años cuando mueren. El país se desangra, el país es tragado por la mugre, y ellos se alaban y se cantan a ellos mismos, como Lord Byron, pero sin la gracia de Lord Byron. Y sobre todo se alaba a Fidel Castro, y se desatiende la mugre que nos traga, a la mugre que nos mata. Y aunque nos hagan creer que en cada barrio hay un comité, como dice la canción, lo que hay en cada barrio es un basurero insultante que quizá ellos suponen exultante, aunque nos enferme, aunque nos mate.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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