MAYABEQUE, Cuba.- Una vez más la violencia ha apagado la vida de un joven que asistía al centro recreativo Brisas del Caney, ubicado en la localidad de San Antonio de Las Vegas. Eduardo Portelles Acuña, de 18 años, falleció en la madrugada del domingo tras recibir cinco perforaciones con objetos punzantes.
El asesinato se produjo a la salida de ‘el Caney’ (así le llaman al centro recreativo). Según amigos de Eduardo presentes durante el incidente, comenzó a llover y Portelles para cobijarse corrió hacía una gasolinera CUPET colindante con el lugar. Entonces fue interceptado y agredido por tres individuos.
“Llovía por intervalos. Nos dirigimos rápido al CUPET, en el trayecto nos separamos. Mucha gente corría en la misma dirección pero los atacantes fueron directos a él, por lo que creemos que lo estaban cazando, fue premeditado”, relata Eloy Mosquera, quien andaba con Portelles esa noche.
Las autoridades aún investigan la identidad de los agresores. La principal pista es un retrato hablado que propició René Cotilla, amigo de Portelles y testigo del hecho sangriento.
Cotilla, un tanto dubitativo al dar declaraciones, confirmó haber reconocido a uno de los agresores a quien había visto otras veces en la discoteca, pero alega desconocer cualquier señal que permita ubicar al presunto asesino.
De momento se descarta la posibilidad de un intento de robo, pues no fue sustraído ningún objeto.
A Portelles, migrante del oriente del país que residía con un tío en el poblado Batabanó (a 16 kilómetros de Brisas del Caney), le atribuían un carácter afable en estado de sobriedad, condición que cambiaba cuando ingería bebidas alcohólicas.
Anteriormente, en el mismo escenario había participado en peleas tumultuarias. Se maneja la versión de un probable ajuste de cuentas.
Llueve sobre lo mojado
Según Lairén Abreu, vecina de San Antonio de Las Vegas, las historias de violencia en el centro recreativo se convierten en “leyendas urbanas”, mientras la juventud sin más opciones de recreación en el área, acude cada noche de sábado y las tardes de domingo “como carneros al degolladero”.
Abreu, asidua cliente de ‘el Caney’, afirma que en todas las jornadas festivas sucede más de un hecho de esta naturaleza.
“El sábado pasado (día 10) le dieron un machetazo en la espalda a un muchacho de Ceibabo (una localidad vecina). Yo conozco a su familia, todavía está grave en el Hospital Julio Trigo de La Habana. Al día siguiente, en plena tarde, a otro le dieron una golpiza y ya en el suelo lo dejaron inconsciente de una pedrada”, expresa.
Una enfermera del policlínico local, al respecto refirió que habitualmente en los fines de semana se atienden a varios lesionados provenientes del centro recreativo, la mayoría heridos por armas blancas.
Lamenta “tener que trabajar sábados o domingos, es un dolor de cabeza porque a veces los problemas, o sea las broncas, terminan de resolverse al lado de uno. Es estresante, estás en calma pero sabes que en cualquier momento va a llegar alguien con una puñalada o un golpe importante”.
Abreu indica que la atmósfera de violencia prolifera a causa de la escasa seguridad que ofrece la administración del sitio. La cooperación policial en el asunto “es blanda, pues aunque asiste un grupo de agentes a brindar apoyo, fundamentalmente los sábados, pasadas dos horas se retiran”.
La sede local de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), se encuentra situada a trescientos metros del centro recreativo.
Los cuentapropistas también se afectan con la espiral de violencia. En específico los propietarios de cafeterías se ven expuestos a actos vandálicos.
Wilfredo Ascencio tiene un pequeño negocio donde vende alimentos al detalle en San Antonio de Las Vegas.
Comentó que “hay que cerrar por la noche, y desaprovechar la oportunidad de atender a los cientos de clientes que vienen de ‘el Caney’. Siempre viene un grupo grande que consume y después no paga, y si reclamas te caen a pedradas y aunque te encierres, te desbaratan todo el local. Es mejor no arriesgarse”.