MIAMI, Estados Unidos. – La poeta cubana Luisa Pérez Montes de Oca (tras casarse adoptó el apellido de su esposo, el doctor Ramón Zambrana) nació cerca de El Cobre, en la antigua provincia de Oriente. Desde muy joven, llamó la atención por sus dotes extraordinarios para la poesía.
De hecho, se dio a conocer a los 14 años con sus primeros versos, que llegó a publicar bajo el título de La vuelta al bosque. El suceso desencadenó tanto éxito que Luisa fue aclamada como una gran poetisa a tan temprana edad.
“Hablar de Luisa Pérez de Zambrana es volver la mirada a ese mundo de poetisas cubanas donde nombres como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Juana Borrero, Dulce María Loynaz y otras (…) crearon entre todas, aún sin haber coincidido en el tiempo, un universo de delicadeza, extraordinaria fineza de sentimientos y, curiosamente, de una sensibilidad mórbida para el sufrimiento”, escribió en su blog la escritora cubana Gina Picart.
Luisa Pérez de Zambrana tuvo cinco hijos con su esposo, quien falleció de tuberculosis con solo 49 años. Poco después murió su hermana y más adelante, uno a uno, todos sus hijos.
Estas circunstancias, extremas y tristes, marcaron toda su obra. Entre sus principales libros se encuentran Devocionario, La vuelta al bosque, Dolor supremo y Martirio.
“Su sensibilidad profunda, tan lacerada por la muerte, le valió a Luisa uno de los elogios más grandes que se pueden hacer a un poeta en todos los tiempos pasados, presentes y futuros: refiriéndose a ella José Martí escribió: ‘Se hacen versos de la grandeza, pero solo del sentimiento se hace poesía’”, recuerda Picart.
En 1918 el Ateneo de La Habana rindió homenaje a la poetisa y sus poemas fueron nuevamente publicados, esta vez prologados por el gran intelectual cubano Enrique José Varona, quien la reconoció como “la más insigne elegíaca de nuestras líricas”.
Luisa Pérez de Zambrana murió en La Habana, en su casa de Regla, el 25 de mayo de 1922.
Para figuras tan grandes de la intelectualidad cubana como José Martí, Enrique José Varona, José María Chacón y Calvo, José Lezama Lima, José Antonio Portuondo o Cintio Vitier, fue la única voz femenina cubana capaz de soportar la comparación con Gertrudis Gómez de Avellaneda, otra de las más grandes poetas de Cuba e Hispanoamérica.
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