MIAMI, Estados Unidos. — El 17 de junio de 1905 fallecía en La Habana el militar dominicano Máximo Gómez Báez, una de las figuras más prominentes de las luchas por la independencia en Cuba.
Tal vez por haberse producido en fecha posterior a guerra, los sucesos alrededor de la muerte de Gómez resultan mucho menos conocidos.
Cuando Tomás Estrada Palma anunció su intención de alcanzar la reelección presidencial inmediata, Máximo Gómez decidió iniciar una campaña contra su reelección a lo largo de todo el país.
A su paso por varios territorios de la Isla, el Generalísimo fue recibido por multitudes, deseosas de ver, escuchar y saludar al héroe. Pese a su relativo alejamiento de la vida pública, su arraigo y ascendencia permanecían intactos y seguían siendo enormes.
Sobre esos acontecimientos, el historiador cubano Ciro Bianchi Ross escribió: “Una noche se queja el General de un dolor en la mano derecha, que tantos han insistido en estrechar en las jornadas precedentes. Un dolor que se manifiesta justo en el sitio donde días antes se hizo una pequeña herida. El malestar tolerable y aparentemente pasajero, y sin importancia, se complica. Hay infección y sobreviene la fiebre, y se dispone de inmediato el regreso a La Habana. Dicen que es una septicemia. En verdad, el mayor general Máximo Gómez enfermó de popularidad.”
A raíz de la septicemia —patología que es considerada emergencia médica potencialmente mortal y ocurre cuando una infección provoca una reacción en cadena por todo el cuerpo— el estado de salud de Gómez comenzó a deteriorarse de manera acelerada, lo que obligó a su traslado inmediato en tren hacia La Habana, trayecto en el que fue operado en dos ocasiones, aunque sin éxito.
El propio Bianchi señala que “el día 11 de junio de 1905 su estado era ya de gravedad extrema, y Gómez estaba consciente del final irremediable. El 12, por la noche, lo visita Emilio Núñez, uno de los pocos que tuvo acceso en todo momento a la alcoba del enfermo. ´Se te va tu amigo´, dice Gómez. Núñez rompe a llorar y el General tiene ánimos aún para consolarlo”.
Máximo Gómez fallecería seis días después, a las seis de la tarde, en la villa en que residía, ubicada en Quinta y D, en La Habana.