LA HABANA, Cuba. – Entre los buenos cubanos que tomaron parte en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) contra el colonialismo español, el nombre de Esteban Tamayo y Tamayo ha sido eclipsado por el de personalidades como Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera o el propio Perucho Figueredo. Sin embargo, este bayamés nacido en el seno de una familia comprometida con la independencia, merece ser recordado, entre otras cosas, por haberse contado entre los altos oficiales que acompañaron al mayor general Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá.
Peleó bajo las órdenes de Máximo Gómez y el Titán de Bronce, quienes no solo le reconocieron sus conocimientos en el terreno militar, sino también sus convicciones políticas. En 1879, recién concluida la contienda, fue apresado y deportado por ser presunto un conspirador y organizador de la Guerra Chiquita. Sin embargo, en su diario, el propio Esteban negó cualquier vínculo con dicho complot, pues la paz del Zanjón le había causado una profunda decepción, al igual que la exclusión de Antonio Maceo ―cuya integridad moral y capacidad de liderazgo admiraba― de los planes insurreccionales.
Su tiempo fuera de la Isla reafirmó su anhelo por la independencia, así como la certeza de que no había otro modo de sacudirse el yugo español más que la lucha armada. Por ello regresó a Cuba en 1881, donde vivió en calma aparente durante varios años. En 1890 se unió a la conspiración liderada por Maceo, conocida como la Paz del Manganeso, que fracasó porque los mineros de la región oriental, temiendo perder sus ingresos, se negaron a apoyar la sublevación.
Tras este nuevo intento fallido, Esteban se retiró a su propiedad para dedicarse a la ganadería; pero la Guerra Necesaria, preparada por José Martí, lo llamó de nuevo a las filas. Sin pensarlo dos veces, Tamayo se alzó en su finca. Como estratega condujo importantes operaciones militares de forma exitosa, y logró reunir un buen número de efectivos para apoyar la invasión a Occidente, pese a los rezagos de regionalismo que aún persistían.
Esteban Tamayo fue el primer patriota desterrado que no se consideró como tal, sino como “preso político”, pues había sido arrancado de su tierra contra su voluntad, por sus ideas contrarias al poder colonial.
Ascendido a general de brigada por Antonio Maceo, cayó en el combate de Las Carolinas, provincia de Matanzas, en mayo de 1896.