LA HABANA, Cuba.- El 30 de mayo de 1817, en los terrenos que hoy ocupa el Capitolio Nacional, fue fundado el primer Jardín Botánico que tuvo la Isla, bautizado con el nombre “Carlos III de España”. El objetivo primero de tan importante recinto fue estudiar la vegetación del trópico.
Dicho interés provenía del intercambio sistemático de plantas tropicales en todo el mundo, existente desde el siglo XVI. Marineros portugueses llevaron la yuca desde América hasta África, y regresaron al Nuevo Mundo con varios ejemplares del mango, procedente de la India. Precisamente un capitán luso, llamado Antonio Parra, se había dado a la tarea, desde 1789, de remitir a Madrid diversas especies de plantas y animales cubanos.
Así, para comienzos del siglo XIX ya existían en Europa varios jardines botánicos con una importante presencia de especies tropicales. Entre los más completos podrían citarse el Royal Botanical Garden (Reino Unido), El Jardín de las Plantas (París) y el Real Jardín Botánico de Madrid.
El Jardín Botánico de La Habana, como tanto bueno que surgió en aquellos años para orgullo y pujanza de la capital, fue gestado bajo el patrocinio de la Real Sociedad Patriótica, que luego se convertiría en la Sociedad Económica de Amigos del País. Dicha entidad promovió particularmente el estudio de las plantas con fines industriales, un interés motivado por las principales fuentes económicas de Cuba: caña de azúcar, café, cacao y tabaco.
A la ceremonia de inauguración del Jardín acudió buena parte de las autoridades gubernamentales de La Habana. Su primer director fue el botánico José Antonio de la Ossa, quien se mantuvo en dicho cargo por siete años, durante los cuales realizó una inestimable contribución al crecimiento y desarrollo del fondo florístico del jardín, con ejemplares recolectados en los alrededores de la capital.
El fruto de su intenso trabajo quedó reflejado en su obra de investigación Flora Habanensis. Bajo su atenta mirada, en el jardín habanero fueron plantados, entre otras especies de árboles y arbustos, naranjos, nogales, robles, ocujes, rosales y casuarinas.
También en el campo de la medicina el Jardín Botánico hizo un aporte considerable para la población habanera, pues una parte de sus canteros, semilleros y viveros estaba dedicada al fomento de plantas medicinales. Hojas, raíces y frutos eran solicitados por las boticas de la capital, que impulsaron una farmacopea basada en la medicina natural con resultados muy alentadores, dando lugar a un saber y una tradición que perduran hasta el presente.