MIAMI, Estados Unidos. – El subdirector de la Agencia Cubana de Rock y jefe de su programación fue destituido de su cargo tras la polémica por la premiación de un disfraz de militar nazi en la fiesta de Halloween celebrada en el Centro Cultural Maxim Rock, de La Habana, el pasado 28 de octubre, según dio a conocer en una nota este viernes el Instituto Cubano de la Música (ICM).
Además, las dos especialistas que coordinaron el evento fueron separadas de la institución, precisa la nota oficial. También se adoptaron “otras medidas disciplinarias” con el director de la Agencia Cubana de Rock y con tres directivos del Instituto Cubano de la Música, responsabilizados con la aprobación, evaluación y control de la programación cultural.
De acuerdo con el ICM, tras el incidente “se realizaron los análisis pertinentes, se reconoció la responsabilidad de la institución con el diseño, la implementación y el control de la programación y se aplicaron las medidas disciplinarias y administrativas correspondientes a los responsables del hecho”.
El ICM también anunció la reapertura del Centro Cultural Maxim Rock, cerrado el pasado 29 de octubre tras la polémica fiesta de Halloween. “Se decidió su reapertura el próximo sábado 4 de noviembre, con la presentación de las bandas Tracks, Histéresis, Backspace y Zeus”, precisa la nota oficial.
Según la institución cultural, “ningún proceder inadecuado” distanciará a las instituciones culturales cubanas de “un género musical” supuestamente “respaldado y acompañado durante décadas” por la oficialidad cubana.
Nuevamente, el ICM ratificó su “espíritu de absoluto respeto por la diversidad y la libertad que caracterizan a la política cultural de la Revolución y que han signado el funcionamiento del Centro Cultural Maxim Rock desde su fundación hasta la fecha”.
El pasado 29 de octubre, el ICM anunció su decisión de cerrar temporalmente el Maxim Rock arguyendo que la premiación de un disfraz de militar nazi, así como la misma celebración de una fiesta de Halloween, constituían “una violación de las directivas para la programación cultural” y volvían “a poner sobre la mesa el tema de los peligros de la colonización cultural”.
De acuerdo con la institución, el incidente violaba “flagrantemente” la “política cultural de la Revolución Cubana” y “vulneraba” la moral y los principios sobre los que se funda el “proyecto social cubano”.