LA HABANA, Cuba. – El 17 de agosto de 1931 murió en Nueva Orleans, estado de Louisiana, el médico, patólogo y bacteriólogo Arístides Agramonte Simoni, fruto de la unión de dos de las familias más nobles del Camagüey, vinculadas, además, a la lucha independentista cubana.
Hijo de Eduardo Agramonte e Inés Matilde Simoni ―hermana de Amalia Simoni―, creció en la ciudad de Nueva York, adonde se mudó la familia tras la caída en combate de su padre, ocurrida cuando Arístides contaba solo tres años.
Al igual que su primo, el mayor Ignacio Agramonte y Loynaz, Eduardo se alzó en Las Clavellinas para incorporarse a la guerra iniciada por Céspedes. Además de cirujano y político, alcanzó el grado de general de brigada del Ejército Libertador. Cayó combatiendo contra las tropas españolas en San José del Chorrillo, cuando aún restaban muchos años de lucha.
Arístides se recibió como médico ―con honores― en la Universidad de Columbia e inició una sólida formación científica en los hospitales de Nueva York, ocupando importantes cargos y responsabilidades ganadas por oposición. En el año 1900 se hizo licenciado y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de La Habana, con la tesis “La parasitología del paludismo en el hombre”.
Conspirador y simpatizante de la causa por la libertad, ingresó como médico agregado del ejército estadounidense para combatir en la Guerra Hispano-Cubana-Americana (1898), y se le nombró encargado del Laboratorio de Anatomía Patológica y Bacteriología de la División de Cuba.
Cuando fue creada la IV Comisión del ejército estadounidense para el estudio de la fiebre amarilla, fue designado como patólogo y participó en todos los trabajos de investigación que terminaron por confirmar el descubrimiento del doctor Carlos J. Finlay.
En la Universidad de La Habana su carrera docente comenzó como profesor auxiliar jefe del Laboratorio de la Cátedra de Bacteriología y Patología Experimental y luego se convirtió en principal del departamento. Fue profesor titular de Bacteriología y, finalmente, devino en profesor-jefe del Grupo de Cátedras de Medicina Tropical de la Universidad de Louisiana, actividad que desempeñó hasta su muerte, acaecida cuando tenía 63 años.
Sobre él, expresó José Martí en el periódico Patria: “El nombre de los padres es una obligación para los hijos, y no tiene derecho al respeto que va por todas partes con la sombra del padre glorioso, el hijo que no continúa sus virtudes. De dos cubanos jóvenes de la emigración no podrá decirse nunca esto, ni de Arístides Agramonte, hijo del aquel fuerte y seductor Eduardo que está aún como vivo en nuestros corazones, ni de Ventura Fuentes (…)”.