LA HABANA, Cuba. -La reunión de un grupo de amigos, es el pretexto de Regreso de Ítaca, cinta dirigida por el francés Laurent Cantel, con guión escrito a dos manos por el propio director y el novelista Leonardo Padura.
Es una realidad que habla sobre las grietas humanas. Valdría decir: Sobre las grietas humanas que transitan cinco personajes por varias décadas en un país sui géneris, que no es otro que Cuba.
Sin entrar en competición en el pasado Festival de Cine latinoamericano de La Habana, fue programada para un solo día en el cine Chaplin, en el marco del Festival de Cine francés que se desarrolló en la capital. De igual modo, se mueve en el Paquete Semanal, a pesar del disgusto que pueda causar a funcionarios del Ministerio de Cultura. La verdad nuestra hace rato está en las calles.
Un acontecimiento que empieza con alegría y nostalgia por los recuerdos de los años juveniles, luego toma un cariz de gran dramatismo. Como una pieza teatral, los personajes se desnudan poco a poco, mostrando sus sueños y fracasos.
Los diálogos van llevando a los protagonistas a un punto crucial, donde cada uno revela el secreto de su frustración. Ninguno es como aparenta al principio, la infelicidad y el dolor emerge y los une.
Tania (Isabel Santos) es una oftalmóloga que vive sola desde que sus hijos abandonaron el país. Amadeo (Néstor Jiménez), fue un escritor que emigró a España y trabaja de maestro. Desea regresar para volver a tener inspiración y escribir. Rafael (Fernando Echevarría), es un pintor de talento malogrado que vende sus pinturas baratas en las ferias de arte popular. Mientras que Aldo (Pedro Julio Díaz), otrora ingeniero, sobrevive fabricando baterías para autos. El último de ellos, Eddy (Jorge Perugorría), proclama su éxito como dirigente que ha sabido mantener por muchos años un elevado estatus de vida.
Acuden las vivencias de los años setenta, la secundaria, las prohibiciones: el cabello largo y la música en inglés. Las escuelas al campo, donde enviaban a los jóvenes a un régimen de trabajo de esclavos, en albergues con pésimas condiciones. El Período Especial, las vicisitudes, el desarraigo. Imágenes, retratos de una Cuba que nos fue arrebatada.
Se habla aquí –sin tapujos–, de la vigilancia estricta sobre los ciudadanos por parte de la Seguridad del Estado, que controla y recluta bajo coacción a un artista, en este caso. También hay una alusión a la Guerra de Angola, y a la corrupción de altos militares.
Asuntos escabrosos, que sin duda han levantado algunas ronchas en los directivos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) y otras instituciones de cultura.
Las necesidades materiales, lo ilícito, la realización personal truncada, la doble moral, el oportunismo, todo cabe en este filme, sin embargo, se antepone a todo el miedo, el miedo a levantar la voz, como un símbolo libertario que se ha suprimido a los cubanos, como un órgano que le extirpan desde su nacimiento.