LA HABANA, Cuba.- En un recorrido por agromercados y carretillas de Jaimanitas, entrevistamos a dueños y a empleados, y también a vecinos, muchos que han vivido en el campo, para que opinen sobre cómo se ha comportado la cosecha este año y encontramos opiniones interesantes. Algunas escépticas y otras justificativas.
En el agromercado de la calle 232, entre Tercera y Tercera A, en Jaimanitas, el joven Reinier, empleado de un agromercado particular, no conoce la causa porque aún no ha visto un mango en su tarima, tan entrado ya el verano.
“Hay que preguntarle al dueño. Yo vendo lo que me traiga”.
Un anciano en la cola interviene: “¡Yo vi un mango ayer en Santa Fe!” Pero lo dice como si hubiera visto algo extraño. Parece darse cuenta que hay poco mango, porque desde que los médicos le suspendieron el yodo no se ha comido ninguno más; aunque dice que en su juventud fue un desaforado comedor de mangos.
“Me comía hasta diez al día, y de los grandes”, dice el anciano mientras toca una yuca. “Mayo era el mes de los mangos. Para esta fecha en otros tiempos se veían las carretillas con mangos rosita, mamey, papelina y bizcochuelo. Para que compraras una Reina de México te regalaban dos mangos toledos. Ahora no hay ni verdes en las matas”.
En el parque, Beny “cascarrabias”, que ya pasa de los setenta y le conviene comer fruta, dice que su desayuno del día fue un mango de la mata que tiene en el patio, que ha parido solo cuatro en esta estación. “Debo estar atento a los muchachos del barrio, que no me lo roben”.
En cambio, Jonás Cepeda, retirado de tropas especiales, dice que lo que sucede es que el clima ha cambiado. “Ahora el mes de los mangos no es mayo, es junio. Tú veras que con dos aguaceritos más las matas paren”.
Al vendedor de los panes de 10 pesos le llaman “tabaco”. Es un veterano del partido comunista y dice haber visto mango en el mercado de 19 y 42, en el Vedado, y en el mercado de Egido, en La Habana Vieja. “En cualquier momento llega a Jaimanitas”.
Regreso al agromercado de 232 y le pregunto al dueño por qué no tiene mangos. Me dice que los está esperando “desde hace rato”.
Es posible que, para el informe de fin de cosecha, entre las explicaciones de por qué hubo tan deficientes resultados aparezcan las trabas burocráticas a la comercialización de los productos, sumado a cierta apatía y desconfianza que ha aparecido en el sector campesino por “el caos de los precios”, más la insuficiencia de fertilizantes y regadíos, añadido al alto costo del transporte que imponen los intermediarios y también el cierre del centro de acopio El Trigal. Pero no hay dudas que es un año malo para el mango en Cuba.
José Ruiz, que ya roza los ochenta y es dueño de un paladar de la calle Primera, me dice que en otros años para esta fecha él y su mujer ya habían logrado ganancias con la venta de dulces, jugos y batidos, “tan necesarios para combatir el calor tremendo que está haciendo. El más intenso en mucho tiempo”.
José es natural de Jovellanos, Matanzas, y conoce todas las triquiñuelas del campo. Me dice que cada cierto tiempo existen años malos y parece que se reflejan en el mango, “nuestra fruta nacional. ‘Poco mango, mucha hambre’, decían en mi pueblo lo más viejos. Y parece que el 2016 va a ser uno de esos”.