LA HABANA, Cuba.- Casi nadie conoce del antiguo desagüe de Jaimanitas, construido poco después de fundado el pueblo, hace cien años. Una larga y sinuosa zanja de un metro y cincuenta de profundidad, que aprovechaba la topografía del terreno para evacuar las aguas de las lluvias hasta el mar.
Con el paso del tiempo aquel desagüe desapareció poco a poco, debido al irrespeto de autoridades y moradores, que con los movimientos de tierra para construcciones de viviendas y la urbanización del pueblo fueron tapándolo por tramos. Sobrevivió solamente en su curso final, en la calle Primera desde 234 a 236, el sitio más bajo del relieve jaimanitense, pero desde hace varias décadas se ha convertido en un problema para los habitantes de la zona.
Las viviendas de la calle Primera se construyeron en la ribera izquierda del desagüe y para acceder a la calle y el tránsito de peatones construyeron una acera sobre la zanja. La basura acumulada por años y la falta de limpieza del desagüe, provocaron que el agua dejara de correr, se convirtiera en foco de vectores y propiciara inundaciones del área.
Para este reportaje se contaba, en sus inicios, con la colaboración de vecinos decididos a sacar el problema a la luz. Ellos poseen constancia de las múltiples cartas enviadas al gobierno municipal y provincial, donde reclamaron una solución efectiva al problema, y también evidencia de las respuestas proporcionadas por las empresas Aguas de La Habana, de Alcantarillado Público y de Planificación Social, que evaden la responsabilidad en su solución. Además, certificados médicos de niños y ancianos enfermos, residentes en las viviendas aledañas al desagüe, y viejas fotos donde se puede apreciar el desagüe en tiempos más felices. Pero al momento de recogerlas para incorporarlas en el texto, los vecinos habían cambiado de opinión, al ser intimidados con represalias por colaborar con la prensa independiente.
“Pero yo no tengo miedo”, dice William Perdomo, uno de los afectados por la tupición. “Cuando llueve esto se vuelve un mar y tengo que dar un rodeo por el patio. Por la puerta solo podría salir en un bote”.
Otro damnificado por las inundaciones productos de las lluvias es Alfredo Sánchez, trabajador de la Empresa Comunales, quien aclara: “Se han realizado varias reparaciones, es cierto, pero casi siempre a la acera y no a la zanja. El desagüe original tenía metro y medio cuando se construyó hace cien años, hoy está repleto de basura. Recuerdo una noche que un hombre se cayó y se hundió hasta el cuello”.
María Beltrán, costurera particular y promotora de este reportaje, dice que son un verdadero misterio las roturas de la acera, porque siempre han sido producidas por camiones. “Vivo aquí desde 1991 y he contado más de diez camiones que han roto la acera y caído en la zanja. El más recordado fue una pipa llena de petróleo, que rompió la acera y se hundió en la zanja. Toda la noche la pasaron tratando de sacarla con una grúa”.
No solo la calle Primera se afecta con la atascada del desagüe. La calle 236, por ser la más baja, acumula gran cantidad del agua que debería confluir al mar, y ha sido bautizada por los jaimanitenses como “La calle del charco”.
También, en Tercera, algunas viviendas se inundan parcialmente cuando llueve, pues las fosas se desbordan con la acometida del agua desde Primera. Los vecinos tienen que recurrir a soluciones con medios propios para evacuar el agua hacia la calle.
Alfredo Sánchez asegura que solo una inversión capital puede resolver este problema, que afecta a tantos vecinos.
“La solución es levantar completamente la acera, limpiar la zanja, levantar la altura de la calle y construir una acera nueva. Eso lleva un presupuesto grande. Pero, ¿y el resto del viejo desagüe que recorría el pueblo hasta el mar, acopiando las aguas que corren por gravedad? Ese no tiene remedio. Se perdió para siempre, por la indolencia de los responsables de la urbanidad del pueblo”.