Revista de Prensa.La
Vanguardia - 03.18 Horas - 16/05/2002.
Los Angeles, 15/V/2002
Nos debemos preguntar si Fidel Castro sabía en lo que se estaba
metiendo cuando ofreció al ex presidente Jimmy Carter la oportunidad de
dirigirse al pueblo de su nación sobre el que ha reinado como dictador
durante 43 años. Tanto Castro como la población oprimida de la
isla hallaron un sincero y agitado discurso -en español- en apoyo a los
valientes cubanos que se esfuerzan por la democracia, la libertad de expresión
y el respeto por los derechos humanos. La audaz acción de Carter, no
obstante, ha estado acompañada de meteduras de pata. Castro invitó
a Carter a llevar a cabo por la vía que quiera una investigación
para ver si el país comunista ha cruzado la línea que separa la
investigación en biotecnología de la investigación (y
posible exportación) de bioterrorismo. Las inspecciones podrían
confirmar la amenaza u ofrecer la tranquilidad de que Castro no ha seguido el
camino de Saddam Hussein. Simultáneamente, podrían arrojar luz
sobre si el Gobierno Bush hizo sonar la alarma correcta o está gritando
que viene el lobo.
Carter ha mostrado una pobreza de juicio en su estancia en suelo cubano al
tomar públicamente partido por el último dictador del hemisferio
en contra de las acusaciones presentadas por miembros del Gobierno de EE.UU. en
un momento de verdadera preocupación por el terrorismo internacional. Las
quejas de Carter de que los miembros del Gobierno Bush aparentemente lo engañaron
antes del viaje, sólo nos hace expresar a voz en grito: Jimmy, no va
contigo. Pero Carter ha abierto una brecha en Cuba. Su discurso ayuda a
redimirlo. Lo puede hacer incluso mejor comprobando la sinceridad de la oferta
de Castro de autorizar una auténtica inspección de armas bacteriológicas.
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