Art Deco,
espejo de dos épocas
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - El Palacio de Bellas Artes en La Habana
sirvió de marco en abril al II Encuentro Cuba-USA de Art Deco, promovido
por la Sociedad Art Deco de California.
Aunque tres días no son suficientes para abarcar tan enjundioso tema,
sirvieron sin embargo para centrar la atención sobre realidades y
falsedades que el régimen oculta. El evento atrajo la atención de
cuánto se perdió irremediablemente, lo mucho que está en
trance de perderse y cuánto habría que hacer para preservar para
Cuba y el mundo tan importante patrimonio urbanístico-cultural, que
arranca desde los primeros siglos de la colonización en que por la
privilegiada posición geográfica de Cuba como puente de las tres
Américas y de ésta con Europa ha podido atesorar una riqueza
ingenieril y arquitectónica, con su mezcla de estilos pero también
con su independencia realmente asombrosa, a pesar de todos los avatares del
destino.
Del Art Deco, en particular, maravilla y asombra su profusión por
casi todos los barrios habaneros, que prueba la coincidencia feliz del gran auge
económico y financiero del país en las décadas del 40 y del
50 del recién pasado siglo junto a una grande y bien consolidada
industria constructora de inmuebles, en momentos que se producía la
eclosión del Art Deco.
Quise comprobar lo que había visto. Escogí al azar una calle
de La Habana: Enrique Barnet. Cuál no sería mi asombro ante la
sucesión de edificios enmarcados en este estilo arquitectónico.
Anoté sus números: 5, 9, 15, 17, 66 (único que curiosamente
lleva al frente la fecha de construcción: 1940), 104, 154, 259 (de dos
plantas, estrecho, al parecer construido por personas de menos recursos pero, no
obstante, precioso), 306 (de dos plantas, pero ya muy desconchado), 312 (de dos
plantas con sus balcones penosamente muy deteriorados por la falta de
mantenimiento, pero muy atractivo), 320 (de dos pisos, bellísimo, único
con la fachada recién pintada que lo hace resaltar), 328, 660 al 667
(enorme, de cuatro pisos, que lleva el simpático nombre de una de las
intersecciones de calles más famosas entonces, dice: Edificio La Esquina
de Tejas). Faltó decir los números 322 y 324, de trasunto Deco, más
suaves sus líneas, como si sus constructores hubieran querido no estar
fuera de moda, desentonando con los otros colindantes. Llegué a la
intersección con la calle Lealtad, donde di por terminado inventario de
inmuebles y caminata. ¡Qué riqueza en sólo cuatro o cinco
cuadras!
Las edificaciones Art Deco por lo general están mejor conservadas que
las otras porque fueron construidas después. Pero caminar por las calles
de La Habana y observar tantos espacios vacíos, que van quedando tras la
retirada de escombros de los edificios que se han derrumbado sin remedio, es
desolador para el alma, para la sensibilidad. Crimen no inscripto en parte
alguna. Peor pensar en los muchos otros que ya ha habido que evacuar a la espera
de la estrepitosa caída, y los otros apuntalados por años, que
también sucumbirán por el cataclismo castrista, peor que cualquier
cataclismo natural, que ha formado parte de cierta concepción filosófica
de arrasar con el pasado, que trajo consigo el casi total abandono
reconstructivo y de mantenimiento de edificaciones y monumentos. Principalmente
de los llamados cascos históricos que, por más antiguos, llevaron
la peor parte.
De tantos apuntalamientos para evitar el desplome de edificios de la capital
muchos creen que La Habana debía cambiar de patrón religioso y, en
vez de su auténtico nombre de San Cristóbal de La Habana, sería
mejor nombrarla San Lázaro de La Habana, por las muchas muletas que la
sostienen.
Como islas en el vasto océano van siendo reconstruidos y maquillados
algunos palacios, hoteles antiguos, viviendas, en especial en la Habana Vieja,
declarada patrimonio de la humanidad, cuando hay mucho menos financiamiento pero
apremiados por la captación de divisas provenientes del turismo
extranjero.
En el pasado, el gobierno destinó importantes sumas y esfuerzos en la
construcción de barrios marcados por el gigantismo con edificios estéticamente
horribles de cuatro o cinco plantas, llamados popularmente "palomares",
que se repiten en su desnudez, monotonía y pésimas cubiertas con
filtraciones, que se quiso fuera la ciudad sustituta de La Habana, al extremo
que así le fue presentado al finado Leonid Brezniev, secretario general
del también finado Partido Comunista de la extinta URSS. Claro que me
refiero a Alamar, al este de Ciudad La Habana.
Recordando tan grave percance social que significó el total abandono
de La Habana y sus estertores de muerte, viene al caso las palabras que pronunció
hace unos días en La Habana la señora Mitzi Mogui, presidenta de
la Sociedad Art Deco de California. Ella dijo: "Tratamos de demostrar a las
entidades con las que trabajamos que es más rápido restaurar que
construir, pues los cimientos y la armazón ya están ahí".
Otras muchas razones convenientes pudieran ser añadidas, pero están
implícitas.
Paradigma de Art Deco en Cuba y espejo de una época pasada de bonanza
económica, muestra de la que fuera una de las industrias más
grandes del país antes de Castro, el soberbio Edificio Bacardí,
ubicado en la Habana Vieja, hace poco restaurado (oficinas de la que fuera la
mayor firma de bebidas alcohólicas de Cuba, de fama mundial), es
elocuente y mudo testigo de glorias pasadas.
Los más diversos estilos arquitectónicos se juntan en el
enorme museo al aire libre que es Ciudad La Habana, donde su gente no es libre,
ni siquiera libre para reparar sus viviendas, las cuales se caen a pedazos,
porque hasta esto llega el férreo y absurdo poder y control del Estado
autocrático.
Pensemos que el puente Art Deco Cuba-USA, independientemente de la filiación
o no filiación política de sus miembros, y a pesar de la
manipulación que pueda haber por la parte cubana, sirva para mostrar
estas verdades y también para contribuir a la labor educativa en el
pueblo cubano y, en primer término, de quienes parecen necesitarlo más:
los gobernantes, que tanta destrucción han causado, para preservar La
Habana como con justeza lo ha declarado Naciones Unidas: patrimonio de la
humanidad, incluido su extensa muestra de Art Deco.
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