CUBANET .INDEPENDIENTE

15 de mayo, 2002


Art Deco, espejo de dos épocas

Reinaldo Cosano Alén

LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - El Palacio de Bellas Artes en La Habana sirvió de marco en abril al II Encuentro Cuba-USA de Art Deco, promovido por la Sociedad Art Deco de California.

Aunque tres días no son suficientes para abarcar tan enjundioso tema, sirvieron sin embargo para centrar la atención sobre realidades y falsedades que el régimen oculta. El evento atrajo la atención de cuánto se perdió irremediablemente, lo mucho que está en trance de perderse y cuánto habría que hacer para preservar para Cuba y el mundo tan importante patrimonio urbanístico-cultural, que arranca desde los primeros siglos de la colonización en que por la privilegiada posición geográfica de Cuba como puente de las tres Américas y de ésta con Europa ha podido atesorar una riqueza ingenieril y arquitectónica, con su mezcla de estilos pero también con su independencia realmente asombrosa, a pesar de todos los avatares del destino.

Del Art Deco, en particular, maravilla y asombra su profusión por casi todos los barrios habaneros, que prueba la coincidencia feliz del gran auge económico y financiero del país en las décadas del 40 y del 50 del recién pasado siglo junto a una grande y bien consolidada industria constructora de inmuebles, en momentos que se producía la eclosión del Art Deco.

Quise comprobar lo que había visto. Escogí al azar una calle de La Habana: Enrique Barnet. Cuál no sería mi asombro ante la sucesión de edificios enmarcados en este estilo arquitectónico. Anoté sus números: 5, 9, 15, 17, 66 (único que curiosamente lleva al frente la fecha de construcción: 1940), 104, 154, 259 (de dos plantas, estrecho, al parecer construido por personas de menos recursos pero, no obstante, precioso), 306 (de dos plantas, pero ya muy desconchado), 312 (de dos plantas con sus balcones penosamente muy deteriorados por la falta de mantenimiento, pero muy atractivo), 320 (de dos pisos, bellísimo, único con la fachada recién pintada que lo hace resaltar), 328, 660 al 667 (enorme, de cuatro pisos, que lleva el simpático nombre de una de las intersecciones de calles más famosas entonces, dice: Edificio La Esquina de Tejas). Faltó decir los números 322 y 324, de trasunto Deco, más suaves sus líneas, como si sus constructores hubieran querido no estar fuera de moda, desentonando con los otros colindantes. Llegué a la intersección con la calle Lealtad, donde di por terminado inventario de inmuebles y caminata. ¡Qué riqueza en sólo cuatro o cinco cuadras!

Las edificaciones Art Deco por lo general están mejor conservadas que las otras porque fueron construidas después. Pero caminar por las calles de La Habana y observar tantos espacios vacíos, que van quedando tras la retirada de escombros de los edificios que se han derrumbado sin remedio, es desolador para el alma, para la sensibilidad. Crimen no inscripto en parte alguna. Peor pensar en los muchos otros que ya ha habido que evacuar a la espera de la estrepitosa caída, y los otros apuntalados por años, que también sucumbirán por el cataclismo castrista, peor que cualquier cataclismo natural, que ha formado parte de cierta concepción filosófica de arrasar con el pasado, que trajo consigo el casi total abandono reconstructivo y de mantenimiento de edificaciones y monumentos. Principalmente de los llamados cascos históricos que, por más antiguos, llevaron la peor parte.

De tantos apuntalamientos para evitar el desplome de edificios de la capital muchos creen que La Habana debía cambiar de patrón religioso y, en vez de su auténtico nombre de San Cristóbal de La Habana, sería mejor nombrarla San Lázaro de La Habana, por las muchas muletas que la sostienen.

Como islas en el vasto océano van siendo reconstruidos y maquillados algunos palacios, hoteles antiguos, viviendas, en especial en la Habana Vieja, declarada patrimonio de la humanidad, cuando hay mucho menos financiamiento pero apremiados por la captación de divisas provenientes del turismo extranjero.

En el pasado, el gobierno destinó importantes sumas y esfuerzos en la construcción de barrios marcados por el gigantismo con edificios estéticamente horribles de cuatro o cinco plantas, llamados popularmente "palomares", que se repiten en su desnudez, monotonía y pésimas cubiertas con filtraciones, que se quiso fuera la ciudad sustituta de La Habana, al extremo que así le fue presentado al finado Leonid Brezniev, secretario general del también finado Partido Comunista de la extinta URSS. Claro que me refiero a Alamar, al este de Ciudad La Habana.

Recordando tan grave percance social que significó el total abandono de La Habana y sus estertores de muerte, viene al caso las palabras que pronunció hace unos días en La Habana la señora Mitzi Mogui, presidenta de la Sociedad Art Deco de California. Ella dijo: "Tratamos de demostrar a las entidades con las que trabajamos que es más rápido restaurar que construir, pues los cimientos y la armazón ya están ahí". Otras muchas razones convenientes pudieran ser añadidas, pero están implícitas.

Paradigma de Art Deco en Cuba y espejo de una época pasada de bonanza económica, muestra de la que fuera una de las industrias más grandes del país antes de Castro, el soberbio Edificio Bacardí, ubicado en la Habana Vieja, hace poco restaurado (oficinas de la que fuera la mayor firma de bebidas alcohólicas de Cuba, de fama mundial), es elocuente y mudo testigo de glorias pasadas.

Los más diversos estilos arquitectónicos se juntan en el enorme museo al aire libre que es Ciudad La Habana, donde su gente no es libre, ni siquiera libre para reparar sus viviendas, las cuales se caen a pedazos, porque hasta esto llega el férreo y absurdo poder y control del Estado autocrático.

Pensemos que el puente Art Deco Cuba-USA, independientemente de la filiación o no filiación política de sus miembros, y a pesar de la manipulación que pueda haber por la parte cubana, sirva para mostrar estas verdades y también para contribuir a la labor educativa en el pueblo cubano y, en primer término, de quienes parecen necesitarlo más: los gobernantes, que tanta destrucción han causado, para preservar La Habana como con justeza lo ha declarado Naciones Unidas: patrimonio de la humanidad, incluido su extensa muestra de Art Deco.


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