Joaquin Roy.
El Nuevo Herald,
mayo 10, 2002.
Dos recientes decisiones de la Unión Europea (UE) o sus estados
miembros con respecto a dos países de América Latina (Cuba y
Colombia) revelan no solamente la actitud europea hacia el continente, sino el
perfil de su política exterior incipiente. Al mismo tiempo se percibe un
contraste y una convergencia con las acciones de los Estados Unidos.
En la reunión de la Comisión de Derechos Humanos de las
Organización de las Naciones Unidas celebrada en Ginebra, los estados
miembros de la UE votaron en bloque por la resolución que criticaba el
balance de Cuba en ese terreno y recomendaba el envío de una inspección.
No solamente esta decisión concordaba con la moción presentada
esta vez por una grupo de países latinoamericanos, sino que contó
también con el respaldo de los países candidatos. Las iras de La
Habana, sin embargo, se centraron más en los gobiernos latinoamericanos
que Castro consideraba como ''traidores'' (México) o como ''Judas''
(Uruguay), con la consecuencia de la revelación de conversaciones
secretas con Fox y la ruptura de relaciones diplomáticas entre Montevideo
y La Habana. En contraste, el silencio (o la cautela) hacia Europa ha sido
clamoroso.
Conviene anotar dos hechos poco conocidos. El primero es que los países
candidatos a ingresar en la UE no tienen legalmente que votar con los miembros,
pero se supone que en el aprendizaje deben adherirse a estas acciones en los
foros internacionales, tal como han venido haciendo a lo largo de la última
década. El segundo detalle es que antes de la votación había
rumores, bien fundados, de que Bélgica quería abstenerse, a pesar
de que la resolución era esta vez muy descafeinada, e incluso reconocía
una mejora en la conducta social de Cuba. Al final, se impuso el consenso; meta
final en esta curiosa política exterior coordinada: no hay obligación
legal, pero se intenta formar un frente común a toda costa.
Europa, por lo tanto, supera a América Latina en coordinación:
Brasil y Ecuador todavía se abstuvieron de condenar a Cuba, lo cual
evidencia la ausencia de cohesión del MERCOSUR y de la Comunidad Andina.
Venezuela, tras la supervivencia de Chávez al golpe, votó en
contra.
En pleno contexto andino, la UE emitió una declaración que
incluía en sus listas de terroristas a las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC), los paramilitares que completan el trío violento que se
disputa con el gobierno acosado el control del territorio, pero no mencionó
a los otros dos, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y sobre
todo a las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC), para gran escándalo
colombiano. Esto contrasta con la declaración de la presidencia española
de la UE en la que calificaba las acciones de las FARC como ''terroristas'', a
raíz del secuestro de Ingrid Betancourt. Tal declaración revelaba
que no se había conseguido el consenso necesario para ser adoptada como
una resolución conjunta del propio Consejo de la UE, lo que se evidencia
ahora con la lista.
Al parecer, Francia (por motivos de seguir teniendo un punto de apoyo para
conseguir la liberación de Betancourt, quien goza de doble nacionalidad)
y Suecia (que quiere mantener la puerta de la negociación abierta) se
opusieron a la inclusión porque daría pie a los sectores que
apostarían por la guerra total, lo que haría desaparecer todas las
posibilidades de reanudar el proceso de paz. Todo esto sucedía justamente
mientras las FARC retienen a centenares de secuestrados, en la víspera de
la mayor masacre de civiles (muchos de ellos niños) de los últimos
meses.
Mientras tanto, las listas del Departamento de Estado incluyen no solamente
a las FARC y el ELN, sino también a las AUC, al igual que ETA, el IRA, y
naturalmente las organizaciones inspiradas por Bin Laden.
Pero mientras en España se llama a ETA ''banda terrorista'', en los
medios de comunicación de los Estados Unidos se sigue tratando a sus
miembros de ''rebeldes'' o ''separatistas'', además del hecho palpable
del apoyo moral y económico que los terroristas vascos han recibido en
diversos países latinoamericanos. Estos contrastes y contradicciones
simplemente señalan que, por lo menos, en la UE hay una intención
de consenso y de formación de frente común, aunque el resultado no
sea del agrado de todos. En las Américas las sorpresas pueden surgir en
cualquier momento, y sobre todo cuando la falta de acuerdo puede ser aprovechada
por Cuba. De ahí la evidente irritación de Castro por lo que
intuye, certeramente, como un movimiento en esa senda.
Solamente mediante la toma de conciencia de la necesidad de formar una
coalición sólida, América Latina conseguirá dejarse
oír, pero para ello deberá decidirse a la consolidación de
organizaciones serias de integración en el modelo de la Unión
Europea, o teniendo a ésta como punto de referencia. Mientras la variedad
del Caribe, el desmarque (Brasil), el individualismo (Chile), cuando no la ambigüedad
(Venezuela) siga siendo la norma, ese consenso no será posible.
jroy@miami.edu
Catedrático Jean Monet de integración europea e
investigador senior del Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami.
© El Nuevo Herald |