No estamos
solos pero...
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, junio (www.cubanet.org) - En noviembre del año pasado
CubaNet publicó un artículo bajo el título "www.islacerrada.com"
como ejemplo de las limitaciones que sufre la libre expresión en Cuba. En
aquel trabajo se citó el caso de un ciudadano de Herradura, pueblo
ubicado en la provincia Pinar del Río, que fue visitado por un oficial de
la policía política debido a un simple comentario callejero.
Tras la lectura del artículo, un lejano terrícola llamado Juan
R. Mestre, quien reside en Barcelona, España, se solidarizó con el
aldeano de Herradura y en un DHL le envió una copia del artículo,
extraído de su computadora, un periódico La Vanguardia y una carta
personal.
En su misiva al residente de Herradura, el español manifestó
su perplejidad ante el hecho de que todavía hoy pudiera darse el caso de
que una persona fuera molestada por sus opiniones, ofreció sus servicios
y exhortó al guajiro a que le escribiera.
Enterado de la anécdota, un colega le sugirió a este redactor
que convirtiera el asunto en otro artículo titulado "Ya no estamos
solos".
Y en efecto, ya no es posible en Cuba -como lo era hasta hace 13 ó 14
años- que las autoridades repriman al pueblo y se guarde el secreto de
por vida. Ahora cientos de activistas de la libre expresión, a riesgo de
su propia integridad, encauzan las denuncias sobre las violaciones y abusos que
acontezcan en cualquier rincón de la isla.
Por añadidura, la comunidad internacional crecientemente
concientizada toma cartas en el asunto, ya sea a través de organismos
especializados en el tema de los derechos humanos, como Amnistía
Internacional; a través de grupos especializados, como Reporteros sin
Frontera, o de ciudadanos particulares como Juan R. Mestre.
Sin embargo, nadie debería suponer que ha habido grandes avances. En
Cuba no hay un Estado de Derecho, las leyes siguen favoreciendo la existencia de
un solo partido, disentir es un delito condenable y el gobierno sigue
interviniendo impunemente en la vida de los ciudadanos cubanos, e incluso en la
de los extranjeros que intentan solidarizarse con el pueblo de la isla.
Como buen ejemplo de esto puede citarse al mismo señor Juan R.
Mestre, porque pese a que su carta fue oportunamente respondida y pese a su
manifiesto interés en cartearse con el guajiro de Herradura, su respuesta
jamás ha llegado.
La Aduana cubana sigue decomisando envíos de libros considerados "contrarios
a los intereses de la revolución", la correspondencia de los
disidentes o de cualquier ciudadano molesto para el gobierno sigue siendo
interferida.
Se sabe, ya no estamos solos. Pero tampoco estamos muy bien acompañados,
por lo menos aquí adentro, tras la frontera inexpugnable de esta isla
que, por voluntad de su gobierno, sigue cerrada.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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