Cuba y la
Sociedad Interamericana de Prensa
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Quien llame la atención
acerca del lamentable estado actual de las libertades de expresión e
información en la Cuba de Fidel Castro tendrá, en todo momento,
una palabra de gratitud de quienes dentro de la isla reivindican con su labor
como periodistas el ejercicio de esos derechos con arreglo a normas democráticas
internacionalmente aceptadas.
Larga, bien larga, sería la lista de personas y organizaciones del
orbe merecedoras de ese agradecimiento. Entre las mismas se encuentra la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que desde años atrás ha
llamado la atención sobre ese estado, así como reseñado los
atropellos gubernamentales cometidos contra el movimiento de los periodistas
independientes cubanos que, no obstante sus carencias, ha devenido la voz de
quienes en Cuba han sido despojados de ella.
Sin embargo, periodistas independientes al interior de la isla y personas
del exilio que integraron ese movimiento, han comenzado a sentir auténtica
preocupación por el modo con que la organización interamericana
está abordando el caso cubano, no precisamente expresada en términos
blandos. Lázaro González, ex prisionero de conciencia exiliado que
sostiene contacto diario con sus antiguos colegas del periodismo independiente
de Cuba, afirmó en carta abierta a la SIP que "en lo que respecta a
los periodistas independientes cubanos, la SIP está parcializada o
desinformada sobre el asunto". No es el único; por esos trillos
camina el también exiliado Mario Julio Viera, así como otros en el
interior de la isla, para quienes los dos últimos informes de la SIP
sobre Cuba se inclinan a reflejar más las vicisitudes de unos ciertos
colegas que las de otros.
"Es verdaderamente lamentable que en los informes de la SIP no se
expongan, como sí se hace, por ejemplo, con los colegas Raúl
Rivero, Bernardo Arévalo y Ricardo González, los atropellos que la
policía política le inflingió a Víctor Rolando
Arroyo, Antonio Femenías, Oswaldo de Céspedes y Juan Carlos
Garcell, por citar otros cuatro ejemplos. Lamentable, muy lamentable. Y también
peligroso, porque mientras menos solidaridad ellos reciban, mayor posibilidad
habrá para que los esbirros de la Seguridad del Estado hostiguen a esos
reporteros", apunta González.
Que me perdonen si soy inexacto pero, si se revisan los dos últimos
informes de la SIP sobre Cuba, llama la atención una tendencia que avala
a González. En general, obtienen mayores posibilidades de ser nombrados
aquellos periodistas más cercanos a Rivero que los no tan cercanos a él
o incluso en franca discrepancia profesional o personal con éste, por
razones privativas del movimiento al interior de la isla.
Tanto la diversidad como el espíritu de competencia inherentes al
periodismo independiente cubano hacen inevitables esas divergencias, más
beneficiosas que perjudiciales para los reporteros libre isleños, según
mi ya no breve experiencia. Por ello, considero en verdad como muy triste y
lamentable el que cualquier organización fuera de Cuba se involucre en
tales "asuntos internos", como sería definitivamente poco ético
si alguno de los periodistas independientes que residen en Cuba empleara
determinadas influencias en favorecer a los cercanos.
Al pan, pan; al vino, vino. Raúl Rivero es vicepresidente de la
Comisión de Libertad de Expresión de la SIP y la mayoría de
los periodistas reprimidos cuyos nombres no aparecen en los informes trabajan
para una página electrónica que compite con aquella en la cual
escribe Rivero. Su nombre es bien conocido: CubaNet.
Una prueba documental sobre por lo menos la desinformación que Lázaro
González imputa a la SIP se encuentra en el último informe de la
organización, donde se expresa que "mientras el acceso al correo
electrónico e Internet no está permitido a los periodistas
independientes, el gobierno cubano sostiene más de 300 sitios de medios
de prensa e instituciones oficiales", lo cual me deja absolutamente
perplejo.
Cualquier lector de mis más recientes crónicas sobre la
extensión del correo electrónico en Cuba, y el modo limitado pero
real en que cualquier ciudadano puede acceder al mismo, incluidos periodistas
independientes, por lo menos dirá que la fuente informadora de la SIP está
en la luna.
Ramón Díaz-Marzo, leíble en CubaNet y autor de una
novela vendida en la Feria Internacional del Libro de Miami, transmite sus
escritos al exterior mediante correo electrónico desde meses atrás,
gracias a la adquisición legal de un viejo procesador de textos y al pago
de un dólar por transmisión en una oficina postal del Estado. No
es un secreto escapado a los ojos y oídos de la policía política
de Castro, a la cual parece importar un bledo el empleo de tales medios por el
colega ya novelista.
Si Dios quiere, si abre los caminos a un periodista cuyo nombre me reservo,
la opinión pública pronto podrá ver imágenes de
video donde aparece Manuel David Orrio operando su correo electrónico en
una oficina postal habanera, como parte de un documental dedicado al periodismo
independiente cubano.
Nadie como los periodistas independientes está denunciando la
injusticia de una Cuba bien lejana de vivir bajo normas democráticas
internacionalmente aceptadas. Pero precisamente por estar haciéndolo con
una espada de Damocles bailando sobre sus cabezas (la
Ley 88), más inexcusable aún
se hace presentar un reflejo distorsionado de la realidad isleña en
cualquiera de sus contradictorias aristas. Quizás, por ello, quienes
deben gratitud han tomado la decisión de publicar sus críticas.
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