LA HABANA, Cuba. – El 5 de marzo de 1960, hace hoy 61 años, Fidel Castro, culpó a la CIA por la voladura del vapor La Coubre, un barco francés cargado de armas y municiones. Ese día, en el sepelio de las 75 víctimas, terminó su discurso con la que se convertiría en la más tremebunda consigna de su régimen: “¡Patria o muerte, venceremos!”.
A partir de ahí, y durante décadas, la frase con la que el Máximo Líder culminaba sus discursos fue repetida en todo momento y circunstancia. Sin embargo, en 1991, tras el desplome del bloque soviético y la instauración del Periodo Especial, al “Patria o muerte” se sumó “Socialismo o muerte”.
Así, tercamente, se condicionó la vida de un pueblo y de una nación a la supervivencia de una ideología fracasada, con una consigna que era prácticamente una redundancia, porque ya, a fuerza de hambre, miseria y desesperanza, estábamos al borde de la muerte.
Logramos sobrevivir a duras penas al Periodo Especial y hoy, más de dos décadas después, bajo un régimen de discurso hueco que asegura ser la continuidad del fidelismo, volvemos a escuchar la repetición obsesiva del puñetero “Patria o muerte”. Ahora, a diferencia de antes, azotados por una pandemia de proporciones bíblicas.
Y todo porque el castrismo, siempre tan asustadizo y paranoico, se siente retado por el Patria y vida que lanzaran Yotuel, Gente de Zona, Descemer Bueno, Maykel Osorbo y El Funky.
Al tema contestario, reproducido millones de veces en YouTube y otras plataformas de streaming, le han salido al paso un paquete de canciones panfletarias y cheas a modo de mitin de repudio.
¡Cuánta ridiculez! Mejor papel hubiese hecho el régimen ignorando Patria y vida antes que incurrir en el papelazo de poner el Patria o muerte por la vida y la barbaridad de los 62 000 milenios en boca de Raúl Torres y sus desgañitadas coristas. Ni hablar del grupo de adolescentes que interpretan la ñoña Patria y amor, a la que seguirá, casi seguramente, Convicción, otro temita armado por rumberos de Camagüey.
No sé ustedes, pero ya todo esto de las consignas y las canciones-panfleto que usan y abusan del tema de la patria me tiene harto.
Me ocurre con la patria como con Dios: me incomoda y desconfío cuando me hablan de ella con demasiada insistencia. Han abusado mucho de ambos conceptos. En definitiva, Dios y la patria van con uno, bien adentro, y no es que no se les mencione, pero mientras menos se manoseen y se utilicen en vano, con la boca y las manos sucias, mejor.
Para muchos, el bien de la patria es el pretexto para no hacer o no decir, la justificación de todo lo malo que nos quieren hacer pasar por inevitable.
Ante tanto envilecimiento, cuando nos invade el desánimo, es muy oportuno recordar que no se puede confundir la patria con un gobierno ni una ideología. La patria, o lo que nos decían que era la patria, fue algo excluyente, duro, dominante y huraño. Exigía sacrificios y todo lo que entregábamos o nos quitaban, incluidos los sueños, parecía poco.
Y así, esa patria se nos tornó un campamento militar donde todo lo que no estaba prohibido era obligatorio. Fidel Castro terminaba sus largos discursos gritando “Patria o muerte” y había un rebaño que aplaudía. Te vigilaban y te chivateaban a toda hora y los policías gesticulaban con las tonfas.
Pero esa no es la patria. La patria es una cosa y los que se arrogaron el monopolio de ella, otra bien distinta, maloliente y fea. Hoy, lo que está en bancarrota, se pudre y se hunde irremisiblemente no es la patria, es el castrismo. No dejemos que nos arrastre en su naufragio. No tenemos por qué inmolarnos o seguir condenados a esta existencia de hambreados zombis.
El poeta Ramón Fernández Larrea se atrevió a parafrasear el Himno de Bayamo: “morir por la patria… es morir por la patria”. Precisamente eso fue lo que hicieron los mambises durante las guerras por la independencia. Otra cosa bien distinta es morir por el simulacro caprichoso de una ideología obsoleta que fracasó en medio mundo, condenada por las leyes de la historia, la economía y la vida.
El castrismo, siempre tan necrológico, en “su viejo gobierno de difuntos y flores”, ha abusado de las referencias a la muerte. Pero el adoctrinamiento comunista no logró convertirnos en kamikazes. Ya es hora de hablar de la vida. Nos la merecemos los cubanos luego de tan larga pesadilla. Y que no sea solo una canción de moda.
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