LA HABANA, Cuba. – Si algo “genial” hubo en la inauguración de la Feria del Libro fue la orquesta Aragón tocando “El Bodeguero”. No sé si fue casual o intencional la elección del tema pero quedó como “a pedir de boca” esa imagen del bodeguero cantando y bailando entre frijoles, papas y ajíes cuando unos minutos después, en el Noticiero, la ministra de Comercio Interior intentaba justificar los atrasos en la distribución de alimentos regulados en las bodegas.
No pudo haber mejor y más irónica banda sonora en un momento tan crítico como el actual cuando el cubano de a pie, agobiado por los altos precios, los salarios y pensiones bajísimos, la dolarización y los desabastecimientos no necesita pensarlo mucho para elegir comer antes que leer un libro, y cuando la escena de un bodeguero alegre vendiendo chocolate y un cliente igual de contento “pagando lo que debe” más que imposible es una burla que nos recuerda tanto el “chocolatín” desaparecido de Fidel Castro como el vasito de leche prometido por su hermano Raúl.
Pero los invitados a la inauguración de la feria, entre ellos los mismísimos Miguel Díaz-Canel y Lis Cuesta, su esposa, se movieron su poquito al ritmo del chachachá pero igual lo hicieron un tanto confundidos por la elección del tema, más cuando un par de días atrás le llovieron las críticas a la “no primera dama” al inaugurar, una vez más, en el Hotel Packard el polémico festival culinario donde se sirve jamón ibérico aun cuando el pollo no pudo ser distribuido porque las cajas fueron robadas de los almacenes (o al menos así lo dijeron en el Noticiero del mismo canal donde primero tocaron “El Bodeguero” de La Aragón antes de dar paso a la malas noticias de la ministra de Comercio).
“Están a la cara”, protestó un vecino al percatarse del “acople” del tema musical con la realidad dura que se vive; y es que resulta demasiado raro que se les haya “ido el detalle”, más cuando “la cosa” cada vez se torna más difícil para un régimen cuya popularidad hace tiempo comenzó a medirse en números negativos.
Y si no fue premeditado el “momento musical”, ya lo sabremos entonces cuando rueden o no algunas cabezas “entusiastas”, porque por menos ya las hemos visto rodar. Pero quizás ni siquiera se enteraron de lo sucedido porque así van de despistados los artífices de un sistema que en su totalidad se ha “construido” de improvisaciones, si es que se le puede llamar “construir” a lo que hacen esos que solo han sabido de destruir.
Igual les hubiesen cantado “La engañadora”, de Jorrín, o “El cuartico está igualito”, de Panchito Riset (temas que hasta bien pudieran evocar de lejos o cerca el asunto de la “continuidad”) y no pasaba nada porque sin dudas mi vecino lleva razón en sus conclusiones: “¡están a la cara!”. Y quizás como resultado de comprobar que por más que nos aprietan las tuercas no pasa nada, y que nuestra memoria es más fácil de diluir en el tiempo que el azúcar en el agua. ¿Azúcar? ¿Agua? Ni siquiera eso tenemos. Pero no pasa na.
Les da igual. Después del aluvión de maldades revelado durante la pandemia, que tuvo su apoteosis en el paquetazo que eufemísticamente llamaron “ordenamiento monetario”, se puede esperar cualquier otra perversidad, como que hayan sido ellos mismos que “aman el amor” quienes como “jarana” propusieran tocar “El Bodeguero” cuando apenas el fin de año la libra de frijoles superó los 600 pesos y aún en febrero las papas continúan ausentes.
Pero quizás igual algunos nos hemos vuelto demasiado “suspicaces”. Tanto como para notar lo del chachachá pero, además, como para reconocer que esta nueva edición de la Feria del Libro de La Habana está mucho más “verde olivo” que las anteriores, y tanto así que solo para los libros de propaganda ideológica ha habido papel —incluso impresiones cromadas a todo color con tiradas de miles de ejemplares— mientras que a las editoriales “civiles” se les ha condenado a la “austeridad”, que es un modo de obligarlas al silencio.
Nada que cause asombro cuando afecta a un gremio mucho mejor caracterizado por la docilidad que por las escrituras, así como por la inversa proporción entre lo primero y la calidad de lo otro. Desde que la Feria existe, ha sido el verde olivo su color dominante, jamás el arcoíris de la diversidad creativa, pero este año en especial no han tenido recato. A fin de cuentas, como dice mi vecino, “están a la cara”.
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