LA HABANA, Cuba. — En horas recientes, en la fraterna Bolivia ha sido noticia un anuncio hecho por Evo Morales. De forma absolutamente extemporánea (¡faltan más de dos años para las elecciones de Jefe del Estado!), el líder cocalero exteriorizó su propósito de volver a ocupar la poltrona presidencial en la que estuvo instalado durante lustros.
En su programa de la emisora Kawsachun Coca (¡lo que, traducido al castellano, significa “Viva la coca”!), y adoptando poses de una especie de víctima, Morales, con la desfachatez que lo caracteriza, dijo lo siguiente: “Me han convencido que voy a ser candidato, me han obligado; claro, la gente quiere, pero me están obligando”. Y agregó: “Vamos a enfrentar con la verdad, dignidad y honestidad toda esa agresión que sufrimos en las redes sociales desde el Ministerio de la Presidencia”.
Y desde luego que, como el actual jefe de Estado, Luis Arce Catacora, es correligionario de Evo y milita en sus mismas filas del MAS (Movimiento al Socialismo), estas últimas palabras del líder cocalero están claramente enfiladas contra él. En el mismo sentido, apunta la descalificación de Arce hecha ahora por Morales. Primero lo respaldó como candidato a la Presidencia invocando el desempeño supuestamente excelente que don Luis había tenido como su Ministro de Economía; ahora afirma que había sido un simple “cajero”, no un “ideólogo” de la producción de bienes y servicios.
Estas contradicciones antagónicas en el seno de uno de los destacamentos principales del “Socialismo del Siglo XXI” en Nuestra América me hacen rememorar una anécdota de la Cuba cordial de hace más de setenta años. Me refiero al personaje del “Reyecito Criollo”, una creación genial del humor político en los tiempos lejanísimos en que nuestra Patria merecía el calificativo de país democrático.
El dibujo caricaturesco representaba al mandamás de turno vestido con una capa de armiño y tocado con una corona. Parte inseparable de sus atributos era una voluminosa pierna de jamón, que el personaje arrastraba con un cordel. Este último constituía un claro recordatorio a las prebendas que el presidente de turno podía conceder a quienes lo respaldaban: estos últimos podían recibir las “lasquitas” del codiciado producto porcino que el Jefe del Estado estaba en aptitud de repartir.
Hay que decir que, aunque el “Reyecito Criollo” surgió en la Cuba democrática, bajo el régimen autoritario del general Fulgencio Batista (cuyo último mandato nació de un golpe de Estado) no hubo inconveniente alguno en convertirlo a él en actor de turno del dibujo chistoso. Fue sólo cuando Fidel Castro trepó al poder que el irascible “Comandante en Jefe” dispuso la desaparición de cualquier caricatura suya, razón por la cual el aludido personaje sólo es recordado por los cubanos más ancianos.
Esta digresión que acabo de hacer viene al caso con este asunto de las contradicciones entre Luis Arce, actual presidente en funciones, y Evo Morales, eterno aspirante a ese cargo, el cual desea ardientemente volver a desempeñar. Ellas han alcanzado tal virulencia que, según Infobae, el segundo personaje acusa al primero de “estar decidido a detenerlo y enviarlo a Estados Unidos para evitar que sea candidato en 2025”.
Quizás ahora el señor Arce Catacora lamente no haber seguido, desde el inicio mismo de su presidencia, el ejemplo luminoso que dio en Ecuador su homólogo Lenín Moreno. No obstante su inusual nombre de genocida comunista, este último, pese a deber su elección, en buena medida, al apoyo de su mentor Rafael Correa, se desmarcó de este de inmediato, y lo hizo de modo tan efectivo que el irascible expresidente optó por curarse en salud, puso tierra de por medio… y hasta Bélgica no paró.
El actual mandamás boliviano, en lugar de imitar ese antecedente, se adaptó a la agenda evista. Es bien conocida la actitud asumida por Morales ante la indignación popular que provocó su intento de reelegirse de modo fraudulento a la primera magistratura. El entonces líder del MAS se apresuró a abandonar sus poses de guapetón y renunció a la presidencia; lo mismo hicieron sus más cercanos colaboradores.
Esto incluía a todos los masistas que se encontraban en la lista de sustitutos para ocupar la Jefatura del Estado. Existía un peligro real: que la República quedase acéfala, o que en el país se instalara un régimen de facto. Para conjurar esa amenaza, una mujer perteneciente a la oposición que ocupaba un cargo de vicepresidente en el Legislativo, Jeanine Áñez, asumió la primera magistratura.
Arce Catacora, en lugar de reconocer esa realidad, se sumó al coro mentiroso de los que, junto a Evo, hablaban de “golpe de Estado”. A la persecución contra su predecesora en el alto cargo se unió la emprendida contra otros destacados políticos de la oposición. Para todos estos, su enfrentamiento al régimen masista ha sido sinónimo de cárcel y represión.
Ahora sabemos cuál fue el pago recibido por don Luis tras su condescendencia ante las posturas de Morales. El actual presidente bien podría repetir el melancólico dicho popular: “Así paga el Diablo a quien bien le sirve”. Esperemos que las actuales luchas intestinas dentro del partido gobiernista boliviano sirvan para que, en las próximas elecciones, el pueblo boliviano (que a diferencia de sus hermanos de Cuba, Nicaragua o Venezuela sí tiene todavía la posibilidad de cambiar, mediante su voto, el rumbo del Estado) sea capaz de recapacitar.
Y ojalá que la oposición al masismo sea capaz de canalizar las legítimas aspiraciones de sus diferentes líderes y partidos a ocupar los cargos públicos (que son lícitas y perfectamente admisibles en una sociedad democrática) en una votación interna que le permita concurrir a las elecciones generales de 2025 en una sola candidatura y bajo una misma bandera.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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