SANTA CLARA, Cuba.- “¡Pido justicia para que a nadie más le hagan lo que a mí!”, exclamó Isabel Cristina Cabello López, una doctora de Santa Clara que lleva 4 años intentando hacerle justicia a su hija Beatriz Bia López, “fallecida por negligencia médica en el parto” y a su nieta, que tampoco sobrevivió.
En entrevista con CubaNet Cabello aseguró que su hija de 18 años no murió por casualidad, y responsabilizó a los médicos y directores del Hospital Arnaldo Milián de Santa Clara por ello.
En 2015 la doctora se encontraba de misión médica en Venezuela, para febrero 15 de ese año recibió una llamada en la que le avisaron que su hija estaba de parto, con 36,6 semanas. “Me llamó a Venezuela a las 7:00 de la mañana y me dijo que tenía pérdida de líquido y un dolor extraño. Le dije que fuera para el materno; pensé que la iban a atender bien y le dije que mencionara que su mamá es médico y que está en Venezuela. A pesar de haberlo dicho fue en vano”, recuerda.
“Rafael Treto, jefe del Departamento Médico, estuvo de fiesta el día anterior de que a mi hija se le presentara el parto. Él era quien la debía atender, pero es un borracho, y mi niña terminó en manos de un estudiante de cuarto año de medicina, Yasmany Batista”, declaró la doctora.
En el hospital Batista le realizó algunos exámenes, y determinó que los “dolores extraños” eran producto de la falta de alimentación. “Le dijo que la gráfica le había dado alterada porque la niña no había comido nada, y la mandó a merendar, a pesar de que mi hija le dijo que acababa de comer pan con queso y jamón, y un refresco. Aun así, Batista no le creyó. No le realizó ultrasonidos, ni monitoreó nada.”
Aproximadamente a las 3 de la tarde el dolor de Beatriz Bia López se agudizó, y además comenzó a sufrir desmayos. “Me dijeron que también habían llamado a otro colega y que este se había negado a atenderla. Un tío de su esposo, al ver lo que estaba pasando la sacó en un sillón de ruedas para preparto bajo su responsabilidad”, contó entre lágrimas.
La bebé que llevaba en su vientre Beatriz, a la que había planeado llamar Sinaí, no sobrevivió; murió ahogada por un desplazamiento de la placenta. “La entraron dos doctoras, que se suponía que la salvarían, Jeysy, esposa del jefe de guardia y Marizol; las dos sancionadas posteriormente con una rebaja de un 20% del salario por un mes. ¡Eso era lo que valía mi nieta para ellos!”, exclamó.
A la joven no le dejaron puesto el monitor para medir la frecuencia cardiaca del bebé, lo que provocó que nadie supiera que la cesárea debía realizarse de manera urgente. “Tenía un hematoma retroplacentario y su hemoglobina se desplomó”. La bebé murió durante la cesárea y a la joven Beatriz hubo que practicarle una histerectomía (una extirpación parcial del útero).
Luego del parto fallido, contó Isabel Cristina, debían llevar a la joven para Cuidados Intensivos para hacerle la profilaxis del trombo embolismo, tenían que ponerle sangre vía intravenosa, oxígeno, soda vesical para medir la diuresis ̶ porque podía hacer una insuficiencia renal aguda ̶ y cuagulograma cada una hora para empezar la aplicación de la Heparina para prevenir el trombo por ser una paciente de alto riesgo, pero omitieron esos procedimientos y le dieron el alta médica.
“Cuando llegué de Venezuela me la encontré de alta, afectada por el dolor de la pérdida de la bebé y por no poder tener hijos nunca más. La llevé al otro día al Materno y nada, el director Yassier me dio solo justificaciones. Después fue sancionado al cese de sus funciones por un tiempo y a hacer otra especialidad, ¿premio o sanción?”, se pregunta.
Ese mismo día Cabello decidió acusar a los médicos Batista y Treto por la negligencia ocurrida en el parto, pero sabía que era una pelea difícil. “Treto es intocable, a pesar de sus borracheras. En estos momentos está de jefe del salón de operaciones. A 10 meses de lo de mi hija le perforó el intestino a otra muchacha de 26 años, y dejó a tres niñas huérfanas. Él solo fue al juicio como testigo”.
A los pocos días de haber perdido a la bebé Beatriz empeoró, su salud comenzó a menguar y aparecieron otros síntomas. “Me dijo que tenía mucho dolor, se le veía pálida y comenzó a vomitar. Me la llevé para el Materno nuevamente, y ahí la ingresaron y le dieron medicamentos para el dolor. En la noche la esposa del jefe del equipo de guardia me dijo que todos estaban molestos porque habíamos acusado a Treto. Bastó solo eso para que la dejaran morir”.
“En la noche tarde seguía con mucho dolor y vómitos, justo al lado de nosotras al poco tiempo trajeron a otra mujer a la que le habían hecho cesárea, cuando le pregunté me dijo que no sabía por qué se la habían hecho, pero después mi hija me explicó que las estaban cobrando. Me enteré que cuestan entre 40 o 60 CUC, si lo llego a saber antes hubiera pagado la de mi hija. Fue horrible escuchar eso. El mismo día que murió mi nieta, con el mismo equipo médico, murió otro bebé de 9 libras, por no hacerle la cesárea. Ese niño y mi nieta fueron enterrados juntos”, dijo llorando.
La doctora María Elena Benavídez y el doctor Alexis Corrales, conjuntamente con otros especialistas, llegaron al hospital al otro día en la mañana y Cabello les expuso la probabilidad de que su hija tuviera un trombo embólico, pero recibió la negativa de los médicos, le dijeron: “salga señora, los médicos somos nosotros.”
Le dijeron a Isabel Cristina que no sabían lo que tenía, que todo se lo había hecho y que le pondrían tres antibióticos. Le dijeron que la evaluarían más tarde, pero nunca más la vieron. “A las 4 de la tarde, cuando vi que no venían, fui a ver al director, entonces vino un médico que no conozco y me dijo que eran gases y que le comprara Glicerina en supositorios, porque estos no los había en el hospital.”
Un doctor llamado Pupi Fernández, que la estaba observando, mandó a la joven a sentarse en un sillón, aun con un dolor irresistible. “Yo con todo lo que estaba pasando, y con el dolor de perder a mi nieta no vi con claridad, y confié en los médicos. Mire lo que me hicieron”.
El 5 de marzo a las 3 de la tarde Beatriz se levantó para ir al baño y se desplomó, su otra hija, Lía, le avisó a la abuela, Isabel Cristina. “La arrastré porque no podía con ella, mientras me decía que se ahogaba. Llegando al hospital me dijo dos veces que le cuidara mucho a su niña. En el hospital los médicos la sacaron de un primer paro, pero no sobrevivió el segundo.”
Cuatro años más tarde las últimas palabras de Bia: “mamita, si me pasa algo me haces justicia”, aún resuenan en la cabeza de Isabel, que ha buscado respuestas en todas las instancias y solo ha obtenido maltratos y amenazas. Tampoco sus pertenencias, y su dinero, obtenido en la misión médica en Venezuela, se los han entregado, y teme que sea la represalia por querer hacerle justicia a su hija y su nieta.