LA HABANA, Cuba. – Si la elección por la Asamblea Nacional del Poder Popular de Miguel Díaz-Canel y Salvador Valdés Mesa para los cargos de presidente y vicepresidente de la República, respectivamente, eran acontecimientos fáciles de predecir, no se pudiera decir lo mismo para la próxima designación del Primer Ministro del Gobierno.
Díaz-Canel tiene un plazo de tres meses a partir de su asunción a la presidencia para proponer a la Asamblea Nacional -y por supuesto que los obedientes diputados aprobarán por unanimidad la propuesta- a la persona que ocupará la jefatura del Gobierno. Una propuesta que casi seguro se realice durante la sesión del parlamento del próximo mes de diciembre.
Un primer análisis apunta hacia alguno de los actuales vicepresidentes del Consejo de Ministros. Y si consideramos la jerarquía política de cada uno de ellos, no hay dudas de que sobresale el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, uno de los dirigentes históricos del castrismo.
Sin embargo, tal vez la cúpula del poder opte por un cuadro más joven y con mejor desenvolvimiento intelectual que el octogenario Ramirito. En ese caso las miradas podrían inclinarse hacia Roberto Morales Ojeda, Ricardo Cabrisas o Inés María Chapman.
Quizás, con menos posibilidades de acceder al premierato, pero no descartados totalmente, figurarían el recientemente promovido a vicepresidente del Gobierno, Jorge Luis Tapia Fonseca, exdirigente del Partido Comunista en las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila, y Mercedes López Acea, antigua jefa del Partido en La Habana, y quien conserva su jerarquía dentro del Buró Político de esa organización.
En el orden práctico, la designación del nuevo Primer Ministro podría conducir a una situación en la que disminuyera la presencia pública del presidente Díaz-Canel, pues como casi siempre sucede en las naciones donde coexisten ambos cargos -y así también lo contempla la actual Constitución cubana-, el Primer Ministro es quien dirige y coordina directamente el trabajo de los ministros, y después despacharía con el Presidente.
Claro que una realidad como la anterior podría no ser del agrado del señor Díaz-Canel, acostumbrado a salir todos los días en la prensa, a presidir todas las reuniones del Consejo de Ministros, a presentarse en las Mesas Redondas de la televisión, y a hacerse acompañar de un grupo de ministros para inspeccionar a provincias, municipios y entidades estatales. Una especie de ubicuidad que nos hace recordar la omnipresencia de Fidel Castro durante los primeros años de su revolución.
Y como mismo el primer ministro Fidel Castro necesitó de un Presidente pelele para conservar el protagonismo político, es probable que ahora el presidente Díaz-Canel precise de un Primer Ministro fantoche que le permita continuar atendiendo directamente la labor gubernamental. Tal vez un émulo de Osvaldo Dorticós Torrado se apreste a ocupar el premierato de la República.
Hemos dejado para el final, pero no por ello le adjudicamos menos importancia, a la opinión que posea Raúl Castro acerca del candidato a la jefatura del Gobierno. Se da por descontado que Díaz-Canel someta su propuesta a la consideración del General de Ejército, y sólo después del visto bueno del Primer Secretario del Partido, es que haría su proposición a la Asamblea Nacional.
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