LA HABANA, Cuba. – Alrededor de una docena de costosas pantallas gigantes adornaron el salón de reuniones del último Consejo de Ministros. Todas encendidas, todas replicando de modo redundante las imágenes de ellos mismos quizás tomadas por cámaras, igualmente caras, diseminadas por un salón donde la treintena de jefazos bien podía verse y escucharse sin necesidad de tal derroche de tecnología y, por supuesto, de electricidad.
Si no fuera porque así lo vimos en su propio Noticiero, el mismo donde se nos dijo hace unos días que el Gobierno puso a sus “cuadros” a firmar compromisos de “austeridad” —como “votos de pobreza”, a pesar de barrigas voluminosas y caras rosadas—, cualquiera diría que de verdad se toman en serio lo de la sobriedad y la mesura, incluso lo del ahorro de energía eléctrica, más cuando nos hacen creer que el único bombillito encendido en nuestros hogares es innecesario y, por tanto, responsable de los apagones.
No obstante, ellos necesitan tal exceso de pantallas y cámaras tal vez para decir la letanía “continuista” que repiten sin tener que mirarse directamente a los rostros, porque entonces morirían de la risa, y los momentos no están como para descubrirse tan cínicos frente a nosotros. Apenas el poquito que esos y esas que se “erizan” siempre están dispuestos a “perdonarles”, así como les perdonan, por ejemplo, que la Torre K permanezca encendida toda la noche —jugando a hacer letricas y numeritos en su fachada— mientras se apaga por decreto tres cuartas partes del alumbrado público de la Isla, incluida la calle 23.
Si a fin de cuentas, tan solo en estos días, han llegado a perdonarles que celebren festivales culinarios mientras solicitan ayuda al Programa Mundial de Alimentos o que hagan una marcha por Palestina cuando jamás hicieron algo parecido por los médicos secuestrados en África.
Una docena de inmensos televisores cuya “utilidad” está a tono con lo inútil de una reunión donde otra vez más concluyen que la cosa está bien mala y que el año 2024, que habían pronosticado como “mejor”, ya pasó febrero y va entrando en marzo con peor “mala pinta” que el 2023. Y lo que mal comienza… puede que más tarde aparezca en los reportes de la ONEI pero jamás en el Granma.
No llegaron los turistas que esperaban. Llegaron las tarjetas MIR aunque no sus dueños, llegó Lavrov pero no la carne rusa. No exportaron lo que debieron exportar, no produjeron lo que planificaron producir. Navegan demasiado lentos los barcos del petróleo, del arroz, de la harina, mientras los dólares hace mucho tiempo desplazaron y aniquilaron a la verdadera moneda nacional, transformando el Banco Central y la CADECA en extensiones del Museo de Numismática.
Así, a grandes rasgos, de acuerdo con lo que ellos mismos han confesado en la parte pública de sus informes, está lo que va quedando de la economía cubana, cuyo verdadero estado, sin dudas mucho más crítico (quién sabe si en el sentido de “a punto de estallar”), debemos sospecharlo en esa otra parte que jamás nos comparten, la misma donde probablemente, ya en letras chicas o ya anotado al dorso, se aprestan de modo apresurado a “mutar”, que es en realidad lo que quieren decir los comunistas cuando hablan con demasiada insistencia de “cambiar”. Y cuando necesitan de 12 televisores para verse y escucharse allí donde todos se conocen muy bien y donde todos saben lo que se va a decir.
Mutar “putinescamente” de militares a empresarios, de agentazo de la Policía política a líder de los “mipymeros”, de represores del 11J a residentes en Miami, de negarse a aceptar del “enemigo” ni “un tantico así” a “ir por más”, es decir, por más recargas telefónicas, más cajas de pollo, más contenedores de pacotilla, más autos de lujo, más negocios con licencia de la OFAC. Pero sobre todo más televisores, bien grandes y con la mejor tecnología porque quizás solo así es posible que la “continuidad” se vea y se escuche mejor de lo que luce si se la proyecta como película de fantasía (con final feliz) en más de una pantalla.
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