AREQUIPA, Perú.- Nacido el 7 de octubre de 1862 en el poblado de Corralillo, actual provincia de Villa Clara, Leopoldo Romañach es considerado uno de los pintores cubanos más prominentes de la transición entre los siglos XIX y XX.
Durante los 89 años de su prolífica vida, el artista se desenvolvió de forma brillante dentro de su especialidad, procurando crear y enseñar todo cuanto conocía sobre la llamada técnica de la línea y el color.
“Cuando se pinta con sinceridad, puede hacer cada cual lo que quiera, sin límite a nadie”, fue una máxima del pintor cubano, compartida por Ursulina Cruz Díaz en el Diccionario Biográfico de las Artes Plásticas.
A los cinco años Romañach quedó huérfano de madre y tuvo que mudarse a España junto a sus hermanos. Allí el pintor tuvo su primer contacto con las bellas artes mientras estudiaba en Barcelona. Una visita a la exposición del artista catalán Fortuny despertó la inquietud creativa dentro del joven cubano.
Tiempo después, en Nueva York, el artista fomentó su interés en la pintura al frecuentar las obras de célebres maestros de la antigüedad en el Museo Metropolitano de la ciudad.
“De regreso a Cuba trabaja en la actividad comercial de la familia y también estudia pintura en Santa Clara, donde obtiene una beca en la Escuela San Alejandro. Posteriormente amplía sus conocimientos en Europa, en la Escuela Libre de Pintura en 1890”, destaca una nota del Museo Nacional de Bellas Artes de la Isla.
Tras su regreso definitivo a Cuba ocupó cátedra en San Alejandro, donde formó varias generaciones de creadores. Por su destacada labor pedagógica, al cumplir 50 años de docente es nombrado Profesor Honoris Causa y Profesor Emérito de la Cátedra de Colorido.
Su amplia obra transitó por corrientes artísticas diversas que fueron desde el tenebrismo italiano finisecular (en el que se formó), el realismo, el simbolismo, hasta el iluminismo patente en las variadas vistas de la costa norte y central de Cuba, ejemplos de su excelente sentido de la composición y el dibujo.
Romañach creó más de 400 piezas de arte, entre las que destacan La niña de las cañas, La promesa, En el huerto, Marina, Retrato de Rita, La vuelta del trabajo y Cumpliendo el voto.
El pintor obtuvo innumerables premios como la medalla de bronce en la Exposición de París de 1901 con “La convaleciente”, que también fue medalla de oro en la Exposición de San Luis, junto a otras seis obras. Se le confirió el título de miembro del Círculo Artístico Internacional de Roma y miembro de Número de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba.