LA HABANA, Cuba.- Durante la reunión anual de trabajo del Ministerio de Cultura (MINCULT), celebrada en días pasados, fue recurrente un concepto que mucho ha llamado la atención. Así lo recogió el periódico Granma (“Una vanguardia y su pueblo en la lucha por Cuba”) en su edición del 16 de marzo.
El ministro de Cultura, Alpidio Alonso, declaró que “lo primero entre todo lo hecho en el 2020 fue el diseño de una estrategia de labor político-ideológica”. Su viceministro, Fernando Rojas, apuntó que esta “estrategia de trabajo político-ideológica constituye para el MINCULT un asunto de alta prioridad, y que la misma se ha actualizado a tenor con los desafíos del momento”.
Por otra parte, el vice primer ministro, Roberto Morales Ojeda, deseó que “la estrategia de trabajo político-ideológica tenga una concreción en los escenarios locales”. Por último, el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, aseveró que “el diseño de una estrategia político-ideológica en defensa de la Revolución es prioridad de primer orden”.
Evidentemente, no puede haber casualidad. Todo hace indicar que desde la cúpula del poder se ha diseñado lo que denominan “una estrategia político-ideológica” en el sector de la cultura, en momentos en que crece el descontento entre los artistas cubanos —tanto los de adentro como los que residen fuera de la isla— debido a la situación socioeconómica y a la falta de libertades en el país.
Ya algunos opinan que estamos ante una nueva parametración, parecida a la que cincuenta años atrás dio paso a lo que se conoció como el Quinquenio Gris de la cultura. Claro, en este caso los parametrados no van a ser los escritores y artistas homosexuales, sino los que no demuestren una identificación total con la línea ideológica del gobernante Partido Comunista de Cuba.
En efecto, en los primeros días de mayo de 1971, y para que llevara a la práctica los acuerdos del tristemente célebre Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, el poeta Luis Pavón Tamayo —en realidad, más comisario político que poeta— fue nombrado presidente del Consejo Nacional de Cultura. Tenía como misión importante, además de impedir la publicación de obras conflictivas —o contrarrevolucionarias según el criterio del régimen—, como la del poeta Heberto Padilla, la represión y el ostracismo hacia cualquier creador que se apartara del canon heterosexual.
Ahora los escritores y artistas que clasifiquen en aquella máxima fidelista de “fuera de la Revolución, nada” es muy probable que afronten una situación aún más incómoda que los excluidos en los años setenta. Porque, en el fondo, Pavón Tamayo pertenecía al sector de la cultura. Tenía alguna obra poética publicada. Sin embargo, los actuales represores no parecen tener otro vínculo con la cultura que no sea la indicación precisa de apretar las tuercas sin piedad contra cualquier creador que se aparte de las directivas oficialistas.
Nos referimos a los personeros que atienden el sector de la cultura desde los niveles más altos del poder. En este caso a Víctor Gaute López desde el Secretariado del Partido, y a Roberto Morales Ojeda desde el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. El primero se dio a conocer como primer secretario del Partido en la provincia de Matanzas, mientras que Morales Ojeda es un médico que ocupó el cargo de ministro de Salud Pública.
Y no podíamos concluir este trabajo sin mencionar la presencia en la citada reunión de la señora Lis Cuesta Peraza, anunciada como coordinadora del Comité de Eventos del MINCULT. ¿Se acuerdan de ella? Por supuesto, es la esposa de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Ella sí podrá estar muy al tanto de todos los eventos que organice el Ministerio. A diferencia de la mayoría de las cubanas, no tiene que estar pensando en las interminables colas que se producen a diario para adquirir los artículos de primera necesidad.
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