GUANTÁNAMO, Cuba.- Durante los días 10,11 y 12 de noviembre el grupo humorístico guantanamero Komotú presentó su nuevo espectáculo ¡Ay, reunión!, recibido con entusiasmo por el público que colmó el teatro Guaso de esta ciudad, sede habitual de sus presentaciones.
La obra tiene como hilo conductor ese fenómeno social que los cubanos hemos sufrido hasta el cansancio, causa reiterada del desaprovechamiento de la jornada laboral y uno de los escenarios donde más se aprecia la doble moral que permea a la sociedad cubana.
Conformada por cinco cuadros escritos por el actor Miguel Moreno ―que en esta ocasión también fue el director artístico―, intérprete además del popular personaje de “La llave”, esta obra es una prueba irrefutable de la profesionalidad alcanzada por la agrupación, también integrada por Alexis Ayala Wilson ―director― y Yaznay Ricardo. Esta vez también se unieron al elenco las actrices Anachelis Matos, quien desde hace dos años comparte escenario con Komotú, y Lissette Colina, la popular “Indalecia”.
Un monólogo interpretado por Miguel Moreno en el papel del carpintero Ñico, trabajador de mantenimiento en un teatro, es el primer cuadro de la obra. En él aparece como figura de fondo Yaznay Ricardo representando a Lucía Bustamante, una recitadora de poemas sobre fusiles, guerras y heroísmos omnipresentes en todos los actos oficiales. Con un eficaz uso del efecto dramático del sonido provocado por el martillo y el adecuado histrionismo de Yaznay, el monólogo es una crítica mordaz a las poses, banalidades y falta de talento que se aprecian no sólo en actos de esta naturaleza sino en quienes, a fuerza de repetirse hasta la saciedad sobre los escenarios políticos del oficialismo, llegan a creerse artistas de importancia.
En el segundo cuadro, titulado La reunión, participan todos los actores. Aquí se recrea la presentación de un nuevo dirigente ante los trabajadores de una panadería mediante un muestrario de frases y actitudes que nuevamente ponen al descubierto la doblez que permea las relaciones laborales en Cuba, el temor a quedar desempleado en lugares donde se obtienen pingües ganancias gracias al robo a costa del Estado, y el egoísmo ante las oportunidades. En algunos momentos sus diálogos recuerdan aquellas reuniones sindicales donde se decidía la entrega de artículos industriales, también otro muestrario ―nada humorístico, por cierto― de numerosas miserias humanas exacerbadas por la extensión de la pobreza.
En el tercer cuadro, titulado La operación, un paciente debe ser operado de demagogia. Es la parte más acabada del espectáculo, no sólo por las excelentes actuaciones de Miguel Moreno, Yaznay Ricardo, Alexis Ayala y Anachelis sino ―sobre todo― por la brillantez de un libreto pleno de sutilezas, críticas aceradas y con una carga de sugerencias que mantienen activada la inteligencia del espectador. El cuadro tiene el mérito de mostrar con extrema agudeza aspectos poco tratados por el humorismo cubano contemporáneo como la drogadicción, el arribismo político y la falsa aceptación de los estímulos morales, entre otros males cotidianos. Nada aquí es fortuito o desechable, desde los anuncios en off que escucha el espectador ―parodias del tono y efectos musicales de los que acostumbramos a escuchar en las terminales de ómnibus, aeropuertos y otros lugares públicos― hasta los extraordinarios diálogos, lo cual demuestra cuánto ha madurado el grupo.
El cuarto cuadro es un monólogo interpretado por Anachelis Matos criticando la actitud de algunos maestros que, al acercarse el 22 de diciembre, Día del Educador y fecha culminante de la jornada homónima, comienzan a exigir regalos abierta o veladamente a los padres de sus educandos. El fenómeno no es nada nuevo en nuestro país. Después de haber sido combatido tenazmente por los medios oficialistas parecía haber desaparecido ante las amenazas de los directivos del Ministerio de Educación (MINED) en contra de los educadores que incurrieran en esa falta de ética, pero ―quizás debido a la falta de maestros y profesores― tales directivos se han hecho los de la vista gorda y el fenómeno ha resurgido con fuerza. La opinión generalizada es que la Jornada del Educador se ha convertido en una ocasión propicia para la competencia que se establece entre los padres con mayores posibilidades económicas por hacer el mejor regalo al educador guía del grupo de sus hijos. Certera en sus movimientos escénicos, convincente siempre, Anachelis logra transmitir al espectador esa dosis de vulgaridad y falta de ética que se aprecia en no pocos de los educadores emergentes a los que el MINED se ha visto obligado a echar mano para garantizar la enseñanza.
Cierra el espectáculo el cuadro titulado La asamblea de los ladrones, actuado por Moreno, Ayala y Yaznay. Es la readaptación de una obra de significativa importancia para el grupo y donde el uso del absurdo pasa también por el prisma de una fuerte carga de sugerencias, aunque el objetivo sea marcadamente lúdico.
Hace apenas dos meses y medio Komotú volvió a llenar el teatro Guaso durante dos fines de semana con el espectáculo titulado Entrevistas. Con ¡Ay, reunión! el local volvió a llenarse, con la diferencia de que este ha sido un espectáculo superior a aquél en todos los aspectos. Komotú está en un momento de consolidación artística y hoy se reafirma ―a pesar de las limitaciones que implica hacer arte en Guantánamo―, como un referente inevitable para el humorismo nacional.
Más que palabras, del guion de la obra parecen salir verdaderas saetas contra la modorra intelectual. ¡Ay, reunión! disecciona nuestras frustraciones y al hacerlas pasar por el tamiz de la risa, alivia nuestra carga cotidiana sin jamás ceder espacio a la banalidad.