BORDEAUX, Francia.- Lo de Cuba empezó porque a Diego Colón en 1510, a la sazón gobernador en La Española, le entró pavor al ver que todos los meses le llegaban barcos desde España repletos de judíos conversos, moros renegados, caballos, putas, sifilíticos y desquiciados, como si todo lo que España quería vomitar hubiese encontrado en las Indias occidentales la cloaca máxima, a través de la cual se hacía posible escapar para siempre de una tierra donde los pobres diablos no tenían cabida.
Fue aquella tropa advenediza y sobrante la que Diego Colón despachó para la actual isla de la familia Castro. Todo comenzó mal pues fue una realidad de curas y delincuentes que no prometía nada bueno para los cinco siglos de doblez congénita que siguieron en aquel lugar.
Hoy, en Cuba, la parte oscura de la muchedumbre parece querer vérselas con un anunciado capitalismo de timbiriche y pachanga y cuando llegue ese día, la gente decente hablará entonces de “la isla manicomio” al tiempo que historiadores y descalabrados escribirán largos libros intentando explicar lo que habrá sido el último gesto inaudito de suicidio colectivo desde que cayera en aquella isla la morralla de Diego Colón.
¡Allá va eso…!