LA HABANA, Cuba. – El 7 de junio de 1962 fue fundada la Escuela Nacional de Arte de La Habana, uno de los más ambiciosos proyectos de la recién nacida Revolución Cubana. Con la voluntad de construir las escuelas de arte más hermosas de América Latina, un proyecto utópico fue concebido por tres grandes arquitectos: Ricardo Porro, Roberto Gottardi y Vittorio Garatti.
El emplazamiento ideal ya existía: los terrenos del antiguo Country Club en el barrio de Cubanacán, al oeste de La Habana. Allí serían construidas las facultades de Artes Plásticas, Música, Teatro y Danza. Se erigieron las atractivas cúpulas de terracota y ladrillo, estructuras dinámicas, compactas y fluidas, perfectamente integradas a su entorno natural. Su diseño no ha tenido parangón en la Isla ni en el continente, porque las escuelas de arte de La Habana nacieron bajo la impronta exuberante de una nueva sociedad que prometía ser diferente, superior.
Pero era un proyecto caro, con demasiadas luces, rebuscado. Quizás por la cantidad de recursos que exigía, o porque a alguien le molestó aquella pretensión ultramoderna que olía a capitalismo, en 1965 las obras fueron interrumpidas por ser supuestamente incompatibles con la Revolución. El financiamiento fue retirado y los arquitectos perdieron el apoyo de la dirección del país. Porro y Garatti decidieron irse de Cuba.
El prefabricado soviético se abría paso en una Isla ideologizada, cuyo gobierno había declarado una guerra sin cuartel contra la belleza.
Incompletas, las estructuras de las edificaciones permanecieron en diversos estados de abandono, cubiertas e invadidas en algunas secciones por el espeso follaje, hasta que algunos esfuerzos de preservación llegaron durante la primera década del siglo XXI. Desde entonces se ha procurado llevar a cabo una reconstrucción lo más fiel posible al proyecto original; en algún momento, incluso, bajo la guía de los arquitectos originales. Sin embargo, y a pesar de que las escuelas de arte fueron incluidas en la lista de World Monuments Fund como parte de las gestiones para obtener financiamiento, la perenne crisis económica de Cuba ha ralentizado o detenido cualquier esfuerzo en ese sentido.
Las reparaciones hechas no han sido suficientes. Hoy, a 61 años de su fundación, no solo urge terminar el proyecto en su totalidad, sino restaurar los espacios terminados. Las escuelas de arte más hermosas de América Latina, declaradas Monumento Nacional en 2011, continúan luchando contra el paso del tiempo y la desidia, a la espera de que un milagro las rescate y, con ellas, el legado de los tres arquitectos que las diseñaron.