MIAMI (Fabiola Santiago).- Se cruzaron en el mar que nos separa, los migrantes cubanos y los pasajeros del Adonia en su primer viaje a La Habana desde el Puerto de Miami. Los dos barcos siguieron su camino en medio de la noche sin mayor consecuencia, excepto que los cubanos hacían el peligroso viaje en una precaria embarcación. Huían de su tierra natal, arriesgaban la vida. Por su parte, los estadounidenses andaban de fiesta en su crucero.
El barco de Fathom, la línea de cruceros de tema social, dejó atrás el perfil arquitectónico de Miami a ritmo de salsa, los pasajeros probablemente asoleándose junto a la piscina y un maestro de baile preparando sus lecciones de “inmersión cultural” con clases de salsa y cumbia para que los norteamericanos pudieran interactuar mejor con los cubanos.
Mientras los pasajeros disfrutaban del viaje a La Habana en medio de la noche —entre ellos 16 nacidos en Cuba presos de la nostalgia porque iban a echar un vistazo a la tierra que los vio nacer— los migrantes iban en dirección opuesta con la esperanza de tocar tierra en Estados Unidos. Ahora su Sueño Americano, al menos teóricamente, puede incluir un crucero para regresar a la isla.