LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -La mayoría de los manuales marxistas que tratan acerca del sistema de dirección de la sociedad indican que debe de existir una adecuada combinación entre los estímulos morales y materiales. Solo así se evitarían las desproporciones que a menudo sobrevienen cuando el énfasis recae sobre uno de ellos. La propia experiencia cubana podría dar fe de lo anterior: hacia la segunda mitad de los años 60, bajo el influjo de las ideas guevaristas, predominaron los estímulos morales; y después, al intentar rectificarse esa tendencia, el bandazo nos llevó a sobrevalorar los estímulos materiales tras la celebración del primer congreso del Partido Comunista en 1975.
Sin embargo, ya se torna muy difícil aplicar la ortodoxia marxista en las condiciones de la actual sociedad cubana. Los estímulos morales (diplomas, cartas de reconocimientos y otros) apenas poseen significado ante la desprotección social que afrontan los ciudadanos debido a una serie de fenómenos aparecidos en los últimos tiempos, entre ellos la doble circulación monetaria, la merma de la denominada canasta básica familiar, y la venta liberada, a precios superiores, de numerosos artículos de primera necesidad. Por tales motivos, el estímulo material se ha constituido en la brújula que guía el accionar de los cubanos.
Por supuesto que los gobernantes de la isla son plenamente conscientes de esa situación, y así, por ejemplo, hubo un gran aumento de salario para los policías cuando, hace algunos años, el aparato de poder necesitó más agentes del orden interior para enfrentar las crecientes muestras de descontento social. Y ahora, ante la escasez de maestros en todos los niveles de enseñanza, una carencia reflejada incluso en la prensa oficialista, las autoridades saben que únicamente mediante aumentos de salarios, y con la implementación de otros estímulos materiales a los educadores, el sector se verá reforzado con nuevos ingresos, y disminuirá el éxodo de maestros y profesores hacia otras ocupaciones mejor remuneradas.
Y he ahí, precisamente, donde advertimos una encrucijada que muchos aprecian como el clásico callejón sin salida. El propio gobernante Raúl Castro, en la clausura del acto por el 26 de julio celebrado en Guantánamo, afirmó que en estos momentos era imposible pensar en incrementos de salario, ni aun en sectores que se lo merecían, como el de la educación. Las causas de la imposibilidad son los bajos niveles de producción y productividad del trabajo que registra el país. Por lo tanto, si se inyectara en la circulación una masa de dinero sin la correspondiente contrapartida en bienes y servicios, el proceso inflacionario resultante agravaría la situación económico-financiera de la nación. Es muy significativo, además, el hecho de que en la última sesión de la asamblea nacional del Poder Popular, no se mencionara el estado de la correlación entre el salario medio y la productividad del trabajo. Algunos opinan que la omisión respondería al deterioro que presenta ese indicador.
Entonces, y no obstante la certeza de que se está arando en el mar, pero con la persistencia del náufrago asido a una tabla en medio del océano, los dirigentes cubanos insisten en el elemento moral para tratar de resolver la falta de maestros. Se refieren al mejoramiento del trabajo vocacional entre los niños y jóvenes para que matriculen las carreras pedagógicas; exhortan a los actuales maestros para que sean ejemplos ante sus educandos; claman por que las familias comprendan la importancia que reviste la labor del maestro…
Mas, de seguir las cosas como van, es probable que, si en los últimos seis meses 3714 maestros habían abandonado las aulas, en un futuro no lejano esa cifra se vea superada.