Radiografía de la catástrofe: Una mirada a la (anti)Serie Nacional

Nunca digas que el béisbol cubano atraviesa una crisis, porque es falso. Las Ligas Menores están llenas de cubanos, hay decenas de ellos en la MLB... Lo que no sirve es el béisbol que se juega de este lado del charco.
Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram

LA HABANA, Cuba.- Nunca digas (o dejes que digan) que el béisbol cubano atraviesa una crisis, porque es falso. Las Ligas Menores están llenas de cubanos, hay decenas de ellos en la MLB y otros muchos que brillan en diversos campeonatos de prestigio. Sí señor: la pelota cubana vive un momento de oro, quién sabe si el mejor en su larga biografía. Lo que no sirve, lo que afea y avergüenza, es el béisbol que se juega de este lado del charco.

Imposible negarlo: donde antes hubo una sabana espléndida repleta de leones, hoy se levanta un paisaje de agonizantes gatos flacos. Mal atendido, el catarro inicial ha derivado en neumonía, y ninguno de los médicos de turno tiene artes para la sanación.

Lo que sigue es un ultrasonido general.

La calidad: De la cima a la sima

“Ayer maravilla fui y hoy sombra mía no soy”. Los versos de Lope de Vega parecieran aludir a un evento que, de ser el segundo más fuerte del planeta béisbol, ha caído en un desprestigio proverbial. Empeñados en probar suerte en el camino del dinero, los talentos se van como jonrones mientras los veteranos ilustres optan por eternizarse, sabedores de que la liga es un manjar. Pitchers de 85 millas —para colmo, bolones—, bateadores incapaces de hacer los ajustes, fildeadores más concentrados en la grada que en el juego… En los ochenta y los noventa, dicen voces confiables, teníamos categoría Triple A. Ahora todo ha volado con los vientos del norte.

Los estadios: Como teatros en ruinas

Muchos tienen una hierba carmelitosa en el infield y casi todos van faltos de riego. Dura a más no poder la superficie, el jugador de cuadro arriesga la dentadura en cada lance. Y ni hablar de la iluminación, más adecuada para cenas románticas que para tratar de conectar una pelota de menos de ocho centímetros de diámetro. Como me aseguraba un jugador, en el Latino casi no se ve el home plate desde el outfield. Entonces sobreviene la pregunta obligatoria: si eso pasa en el estadio insignia del país, ¿qué queda para el resto?

El arbitraje: La caja de los truenos

Yo, que no veo un partido completo, ya vi de todo en un tramito de campaña. Vi umpires con una zona más prolija que los apagones de Matanzas, vi decretar algunos outs antológicos (uno de ellos para cerrar un triple play de récord), leí que un grupo arbitral había apolismado a alguien del público, que otro jamás tuvo transporte para viajar a Ciego de Ávila, y hasta supe de un cambio de identidad que derivó en escándalo. Nadie lo dude: tenemos un arbitraje —ni más ni menos— a la altura del nivel del campeonato.

La directiva: Bienvenido sea el rabo de nube

No conozco al actual comisionado, toda vez que las puertas de su despacho están cerradas para la prensa no oficial. Sin embargo, los resultados de su gestión saltan a la vista y no precisamente para bien. Desde aquel episodio de los uniformes fantasmas ha llovido bastante, lo suficiente para seguir extrañando en ese puesto a gente con la jerarquía de Pedro Medina, Javier Méndez o el inefable Alfonso Urquiola. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde: tanto que se criticó al difunto Higinio…

La prensa: To Protect and to Serve

La cobertura periodística del béisbol sigue aferrada a tirar envíos en cambio –es una vieja historia-, y en las contadas ocasiones que le pone velocidad al lanzamiento es porque se lo encomendaron desde arriba. El aparato es epidemiológicamente peligroso, toda vez que contagia con la llamada “fiebre del avión”, y en aras de complacer a quien no debe, pregona oro y le vende fantasía a quien se debe. Puafff! 

La actualización: Se aleja el tren

Son las 8:36 de la mañana del 22 de mayo de 2024 y todavía empleamos sistemas de entrenamiento y dirección del siglo precedente. Así vamos: métodos analógicos en tiempos de digitalización. Ábacos donde la gente emplea laptops. Lanzas, que no fusiles. Y no es que uno reclame encasquetarse a ultranza las camisas de fuerza de la modernidad, pero sí se debiera prestar más atención a por dónde van los tiros. Que vamos, que no solo de intuición y empirismo vive el hombre.

Los salarios: Bien, ¿y tú?

Está claro que acá no podremos pagar, ni hoy ni en octiembre, lo que se paga en Grandes Ligas. Pero igual doy por seguro que hace falta tener más contentos a los protagonistas de ese juego que ya se ha integrado al AND de esta tierra. Muchas veces, me han contado los propios peloteros, están en el terreno y sus cabezas andan lejos, pensando en el almuerzo de los niños o la medicina en falta de sus padres. La solución mágica no existe, pero sí que está claro el primer paso en tal sentido: profesionalizar la Serie.

La base: Un vía crucis

No se puede cosechar naranja agria si se siembra calabaza. Antes hubo buena pelota en el país porque los niños tenían con qué jugarla, gozaban de modelos a imitar y había sabios entrenadores dedicados. Pero esa realidad cambió diametralmente. Hoy los guantes son super costosos, el béisbol de calidad no se transmite y la mayoría de los adiestradores de alto rango se retiraron o emigraron o se decepcionaron o murieron o todas esas cosas. Solo un vuelco radical en la filosofía deportiva nacional —por ejemplo, el empleo debido del dinero que aportan los contratos en el exterior— podrá evitar que a la vuelta de los años, indefectiblemente, se nos mueran el relevo generacional y la pelota. Dios nos libre.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Sigue nuestro canal de WhatsApp. Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de Telegram.

Add New Playlist