LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Justo Izquierdo, de 34 años, y Daniel Sabatier, de 52, residentes en Guanabo, al este de La Habana, son salvavidas. Sienten a diario que su salud se desgaste debido al ambiente agresivo en que se desenvuelven, acentuado por la escasez de medios de protección. Les falta una eternidad para la jubilación, que es ahora a los 65 años.
“El bañista va a la playa varias veces al año –afirma Izquierdo-; nosotros estamos casi todo el año frente al mar, el sol, el viento, el mal tiempo, la resaca y las peligrosas indisciplinas de los bañistas. No hay casi respeto del ciudadano, sea nacional o extranjero, por las normas de seguridad y hay policías indiferentes, lo que perjudica nuestro trabajo. Realizamos los rescates con esfuerzos, destreza y voluntad, pero sin medios de trabajo”.
Las carencias de los salvavidas ya son antológicas: no tienen lancha de motor ni de otro tipo para llegar rápido al bañista a punto de ahogarse o de ser arrastrado por la resaca. Tampoco hay torpedo para agarrar al que está en peligro.
Sabatier, por su parte, se refiere a otros problemas con los que hay que lidiar, y marcan la diferencia entre la vida y la muerte: “No hay banderas de advertencia de prohibición de baño, ni teléfonos en kilómetros de playa para pedir ayuda, ni ambulancia. Tampoco puesto médico. Ni patas de rana para llegar rápido al que está en apuros. Ni siquiera tenemos silbatos”.
Izquierdo señala hacia las torres de observación desguarnecidas contra los rigores meteorológicos. No tienen local para desvestirse, cambiarse, guardar sus pertenencias. La sección de seguridad acuática del Ministerio de Salud Pública, para el cual trabajan, no les garantiza agua para beber, ni merienda. El almuerzo es pésimo, y la constante es arroz con chícharos, y un muslo de pollo al mes.
Otro salvavidas que se integró a la conversación, señaló: “Debían existir otras posibilidades de trabajo relacionadas con nuestro oficio, como en otros países
(profesores de deporte, enfermeros, masajistas, socorristas) para cuando no estemos aptos para seguir trabajando como salvavidas, pero aun tengamos capacidad laboral”.
Los buzos enfrentan la misma falta de recursos para el desarrollo de su trabajo. Bárbara López, directora jurídica del Instituto Nacional de Asistencia y Seguridad Social explica que la edad de jubilación para salvavidas y buzos es de 55 años, para las mujeres, y 65, para los hombres, y se exige no menos de treinta años de servicio.
A las playas del este, las más concurridas de la capital, se desplazan diariamente en verano entre 20 mil y treinta mil bañistas. La Habana tiene más de dos millones doscientos mil habitantes. Hay quienes califican de titánica la labor del reducido número de salvavidas, que ganan 400 pesos (16 dólares) mensuales, bajo condiciones de trabajo extremas.