LA HABANA, Cuba. noviembre, www.cubanet.org – Robert de Lima recoge latas vacías de refrescos y cervezas en las calles de Copacabana, Rio de Janeiro. Él y dos indigentes más aplastan con un palo las latas hasta llenar una carretilla de mercado donde depositan la materia prima recolectada en el día.
Un kilo representan 65 latas que venden a 2 reales (0.80 centavos dólar). Confiesa que en el día cada uno puede llegar a los 5 kilos. Diariamente pasa el camión de recogida de materia prima y les compra la colecta.
El premio gordo del negocio es llenar un pomo de 4 litros de las presillas que abren las latas. Las venden a los artesanos por 200 reales.
Las ganancias diarias son sumadas entre ellos para el consumo de alcohol hasta derribarse en el rincón de la calle donde duermen.
Robert de Lima está enfermo de VIH. Lleva consigo los certificados que le permiten adquirir medicamentos gratis. No es de su agrado pero en ocasiones acude a comedores sociales donde ofrecen comida a los indigentes.
Aunque la vida no le sonríe, el carioca tiene planes.
¨Cuando arregle mis papeles, me voy a Sao Paulo donde tengo familia y puedo conseguir trabajo¨, nos dice.
En Rio de Janeiro se siente discriminado.
¨Aquí hay lugares donde no pueden entrar las personas como nosotros¨, manifiesta.
Aunque no lo reconocen, su adicción a las drogas se evidencia en la órbita de sus ojos.
A 6650 kilómetros de distancia, en La Habana, Gilberto Gómez Rodríguez, un ex soldador de 69 años de edad, tiene que deambular ocho horas por la adoquinada calle de Obispo para recolectar 2 kilos de latas, por los que le pagarán la irrisoria suma de 8 pesos (0,32 centavos de dólar) cada uno.
“Esto –la ganancia- me da para comer una sola vez al día en el comedor comunitario”, dice Gilberto mientras abre la jaba y nos muestra una decena de latas de cerveza Cristal y otro tanto de refresco Tukola.
En Cuba 74 latas componen un kilógramo. Los centros recolectores de la empresa de Materias Primas muchas veces no tienen dinero para pagar o no reciben mercancías por estar al tope de su capacidad.
Gilberto dice que si no puede vender las latas suele acumularlas dos o tres días en casa de su cuñado, cerca de la plaza Cuatro Caminos.
“No tengo vivienda propia, vivo agregado y desde que renuncie a trabajar para el Estado estoy sin jubilación. No hago otra cosa que recoger latas”.
Félix Verdecía, es chapista jubilado con 270 pesos mensuales. Atrás quedó el tiempo en el que se vanagloriaba de ser fundador de las Milicias Revolucionarias y de combatir en la guerra de Etiopia.
Renegó de la militancia en el Partido Comunista de Cuba PCC para dedicarse a sobrevivir.
“No tenía ni tiempo, ni dinero para pagar las cuotas mensuales”, confiesa.
Verdecía paga 200 pesos (8 dólares) mensuales al gobierno por el permiso para recolectar botellas de cristal
Por cada botella de ron el gobierno paga 2.50 pesos. Llenar un saco con las 36 botellas que admite, lleva tiempo. Sobre todo porque deben estar limpias hasta la pulcritud.
El excombatiente confiesa que solo en medicinas gasta 80 mensuales de los 90 que gana cuando logra vender un saco de botella.
“Soy diabético, hipertenso y tengo cáncer en la próstata… el dinero que gano aquí se va en medicinas”, dice.
Francisco Naranjo ¨Pancho¨, chofer jubilado de 83 años paga 30 pesos al gobierno para recolectar cartón.
Por cada kilogramo del material le pagan 1 peso.
“Cobro 150 pesos de jubilación y debo pagar el Haier (refrigerador) al Estado”, dice.
Pancho se queja de las dificultades para recolectar el cartón y lo poco que pagan. A veces logra vender unos 180 pesos mensuales.
Sobrevivir es un reto
“El dinero se me va en comida, sobrevivir es un reto”, afirma.
La totalidad de los recolectores se queja porque la empresa de Materias Primas no recoge la materia prima en las casas de compra. Cuando se llenan los almacenes se paraliza la compra.
El administrador de la casa de Materias primas ubicada en Castillo y Monte declaró que la falta de combustible y transporte es el argumento de la empresa encargada.
“Cuando pasan semanas sin recoger se invaden las áreas y debemos parar la compra”, declara.
El chofer de un camión de la empresa manifestó que la falta de piezas de repuesto mantiene paralizada la mitad de flotilla de camiones.
Las dos realidades asombraron a los protagonistas que mientras más se identificaban con la labor que realizan, más lejos se sintieron de sus realidades.
Una recolectora de 72 años que temió idenficarse declaró:
“Eso será en Brasil porque aquí te roban dos kilos en la pesa y con el precio… Los 5 pesos que me gané hoy los debía porque los pedí para desayunar”, manifiesta.
Al conocer la forma de trabajo de los recolectores de materia prima cubanos uno de los acompañantes de Roberto de Lima, alzo un pomo plástico lleno de Tequila y nos dijo:
“Eso no alcanza ni para la mitad de esto”.