GUANTÁNAMO, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Ha sido distribuida entre los fieles la más reciente Carta Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba. Al contrario de lo que ocurrió hace veinte años, cuando dieron a conocer el documento El amor todo lo espera, éste no ha suscitado hasta la fecha ninguna reacción del gobierno ni de la prensa oficial.
Varias personas lo atribuyen al hecho de que han variado notablemente las condiciones. El nuevo documento se hace público en un momento en que las relaciones entre la jerarquía de la Iglesia Católica y el gobierno están a buen nivel, y cuando la institución puede servirle al gobierno como intermediaria en la solución de conflictos. Lo cierto es que, sin altisonancias, los obispos hacen un análisis profundo y certero de nuestra realidad.
Por razones de espacio, no podríamos intentar un examen de todos los aspectos que aborda esta nueva Carta Pastoral. Sería útil que los interesados la leyeran íntegramente. No obstante, a manera de adelanto, me permito remitirles a varios de sus aspectos más destacados.
Por ejemplo, en la segunda sección, titulada “La visita de dos Papas marca nuestra historia con signo de esperanza”, los obispos analizan la significación que ha tenido para la Iglesia Católica y para el pueblo cubano las visitas a la Isla del beato Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Mientras, en la tercera sección, “La palabra divina y humana de la Iglesia anima nuestra esperanza”, argumenta cuál es el papel de la Iglesia Católica en la Cuba actual.
En la cuarta sección, “El común destino de los bienes materiales y la libertad son fuente de esperanza”, se afirma que entre las diferentes opciones para la búsqueda del bien común, la Iglesia opta por aquella que defiende y promueve la libertad responsable del hombre. También en esta sección se sostiene que no puede el ser humano buscar su propio bien olvidando o aun despreciando u oprimiendo a su hermano. Y que la estructuración y organización de las sociedades y gobiernos, tanto ayer como hoy, pueden generar grupos de poder que no siempre representan a todos y no se interesan por aquellos que están fuera de su círculo de pertenencia.
Literalmente, advierten los obispos en esta cuarta sección: “Nadie puede reclamar libertad para sí y negarla a otros, o procurar el propio bien y desinteresarse del ajeno. La libertad que Dios concibe para el hombre es una libertad responsable por la vida y el destino de quienes están a nuestro lado”.
La quinta sección, “Los cambios alientan la esperanza de nuestro pueblo”, hace referencias a la Carta Pastoral “El amor todo lo espera”, y a cómo algunas de sus peticiones se han cumplido, pero otras no.
Por su lado, la sección octava, “Las esperanzas de un futuro mejor incluyen también un nuevo orden político”, es quizás la más osada de todo el documento. En ella se asegura que Cuba está llamada a ser una sociedad plural, la suma de muchas realidades, la nación de todos los cubanos, con sus diferencias y aspiraciones, y que debe haber derecho a la diversidad con respecto al pensamiento, la creatividad, y a la búsqueda de la verdad.
En la sección novena, “El diálogo entre cubanos abre un camino de esperanza”, los obispos insisten en que es el único camino para lograr y sostener las transformaciones sociales que tienen lugar en Cuba. Mientras, la sección décima, “Cuba en el concierto de naciones: motivos de esperanza”, mencionan los cambios ocurridos en la región latinoamericana y en el mundo, y apuestan por la inserción de Cuba en estos contextos, pero a la vez reiteran la necesidad de considerar las relaciones de nuestro país con los Estados Unidos.
En la undécima sección, “La familia y los jóvenes, esperanza de la Patria y de la Iglesia”, los obispos examinan el particular profunda y honestamente, partiendo de la aseveración de que veinte años después de haberse publicado “El amor todo lo espera”, la vida familiar en Cuba se encuentra muy deteriorada, con graves consecuencias que repercuten en la vida de las personas y de la sociedad.
En suma, se trata de un documento que no sólo responde adecuadamente a las expectativas creadas por los obispos de la Iglesia Católica Cubana, con su anterior Carta Pastoral, de 1993. También traza el rol histórico que corresponde a esta institución en las complejas circunstancias del presente y el futuro próximo.