LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – El eco de las campañas contra el ruido se apaga en los espacios de los medios informativos de la isla. Los llamamientos a través de periódicos, radio y televisión, sólo amplifican el volumen de la indisciplina social. Ante los reclamos de gran parte de la ciudadanía, los ruidosos hacen oídos sordos.
A los bullangueros no les interesa que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señale que los ruidos por encima de los niveles permitidos, causan insomnio, migraña, irritación y crisis cardiovascular, entre otras patologías.
Mucho menos que los ciudadanos sometidos a elevados niveles de ruido puedan adquirir la enfermedad de tinnitus o acúfenos, es decir, oír ruidos sin existir una fuente externa de sonido, según la OMS. Para el ruidoso no existen aquellos que quieren leer, ver la televisión con tranquilidad, conversar en sosiego o simplemente irse a la cama a una hora decorosa, según el periódico Granma.
Ninguno baja el volumen de la grabadora, apaga el carro, deja de clavetear, o regula el nivel del sonido en una fiesta familiar, sin importarles la hora del día o de la noche. La insensibilidad llega hasta el extremo de no permitir el reposo, ni el de un vecino enfermo en fase terminal. Todos los inquilinos de un edificio y de la cuadra están obligados a escuchar la música elegida por el ruidoso.
Los gritos de balcón a balcón, el golpeteo de las fichas contra la mesa de dominó, las caseteras de las bicis taxis, y la música en las tiendas y los establecimientos gastronómicos y recreativos, también forman parte del pandemónium de la isla.
En demasiadas ocasiones los reclamos para que bajen el volumen de un equipo de música, terminan en reyerta. En no pocas, y por la misma causa, en la estación de policía.
Un vecino a quien le gusta escuchar la grabadora a todo volumen y contemplar la pared, o ver pasar las imágenes del televisor con una canequita de ron casero a sus pies, sólo responde a los indignados vecinos: “No hay más ná, brother. Hay que vivir”.
Las más de cincuenta denuncias contra el ruido publicadas en lo que va de año en diversos periódicos de país, recibieron como respuesta que existen la Ley 81 y el Decreto 141-88 de Contravenciones del Orden Interior, y algún día las autoridades las tendrán que aplicar.
Mientras tanto, la estridencia continúa. Se apodera de la isla de San Antonio a Maisí. A pesar de las normativas sigue la fiesta, aumenta la pachanga, y los gritos se funden en un bullicio ensordecedor.
El reclamo por lograr el extraño placer del silencio, aunque genera mucho ruido en Cuba, alcanza pocos resultados a la hora de satisfacerlo.