LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -El programa Mesa Redonda de la Televisión Cubana nos hizo este martes un agradable regalo: en lugar de un rostro seboso, ceñudo y granujiento, en vez de una testa pelona, los espectadores tuvimos el placer de contemplar, en el puesto del moderador, la cara hermosa y la tupida cabellera de la licenciada Cristina Escobar.
En lo personal, agradezco muchísimo el cambio. No se trata de que el mensaje sea diferente: las orientaciones que se imparten son las mismas de siempre y responden por entero a las consignas castristas; en este aspecto no hay cambio alguno. Pero desde luego que esta presencia mediática es muchísimo más grata, cosa de la cual supongo que se hayan percatado hasta los adoctrinadores del tenebroso Departamento Ideológico del Comité Central.
La entrega de ese día estuvo consagrada a un tema peliagudo: “Estados Unidos: De los Rosenberg a Snowden”. El solo enunciado de su título —pues— prefiguraba el objetivo de los “meseros”: una arremetida más contra el gran país del Norte. De todos modos, el ICRT se queda chiquito ante la cadena TeleSur, que tiene todo un programa consagrado a ese solo fin: USA de verdad.
Da la casualidad que, en días pasados, dediqué un artículo al tema de la pareja de judíos comunistas neoyorquinos ajusticiados en 1953 por espiar para la URSS. Ahora en la Mesa Redonda, haciendo caso omiso del reconocimiento a la colaboración prestada que les hizo el ex líder soviético Nikita Jruschov, la moderadora sigue hablando de “injusta ejecución” y aun de “asesinato”.
Pero da la casualidad que, durante el programa, fue entrevistado por vía telefónica el hijo del matrimonio, quien, para eludir el uso del apellido vitando, se hace llamar Robert Meeropol. Éste, aunque alega que su mamá no tenía una participación activa, reconoció que su padre sí formaba parte de un grupo de jóvenes que en secreto empezó a suministrar información clasificada a la Unión Soviética, según él para ayudarla en su lucha contra la Alemania nazi.
Pasando a un tema más actual, la moderadora alegó que, en unos medios de prensa, al ex agente de la CIA Edward Snowden, por revelar secretos a los que tuvo acceso, se le conceptúa como un héroe, mientras que en otros se le llama traidor. Preguntó al panelista Carlos del Porto cuál de los dos calificativos era el adecuado. El interrogado eludió el dilema con elegancia: “Es un problema de conciencia”, dijo.
Con respecto al fugitivo norteamericano, en el programa se destacó su presencia en el área de tránsito de un aeropuerto moscovita. El presidente Vladímir Putin declaró no poder enviar al prófugo a su país, alegando la inexistencia de un convenio de extradición. Preguntado sobre si la inteligencia rusa le estaba extrayendo información al desertor, salió del paso con un refrán eslavo: “Eso sería como trasquilar a un cerdo: mucho ruido y poca lana”.
La licenciada Escobar, siempre comprometedora, preguntó al doctor Jorge Hernández si creía que el mismo Snowden y el ex soldado Manning (ahora procesado en Estados Unidos por filtrar miles de documentos clasificados a WikiLeaks) son una amenaza para la seguridad norteamericana. Aquí también este otro panelista, como buen torero, hizo una verónica y salió por la tangente: “Quizás esto pase en otros países, pero ningún otro se define como un ejemplo a seguir”, respondió más o menos.
Ya que ambos “meseros” optaron por medir con gran cuidado sus palabras, permítaseme formular una pregunta: Si algo que se parezca de lejos a lo perpetrado por Manning o Snowden se hiciera —digamos— en la misma Cuba, ¿cree usted, amigo lector, que algún participante en programas de televisión se preguntaría de manera ingenua si es un héroe o un traidor.