LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -A juzgar por las declaraciones a la agencia IPS de Juan Carlos Alfonso, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), podemos inferir que el censo que se realizará en septiembre no será muy fidedigno para evaluar la situación real de la vivienda en Cuba.
Si uno hace caso al optimista Alfonso, es como si el problema de la vivienda, uno de los más acuciantes, según se admitía oficialmente hasta hace unos meses, ya no fuera tan grave como se pensaba, y estuviera en vías de solucionarse gracias a los Lineamientos del Partido Comunista.
Aseguró Juan Carlos Alfonso a la periodista Dalia Acosta: “En estos años se ha construido mucho, no solo por el gobierno, sino por la población. Sin embargo, todos extrapolan su realidad a partir de lo que están viviendo: en una zona de La Habana pueden vivir 20 personas en una vivienda, pero la situación no es la misma en otros municipios del país”.
Es muy probable que el funcionario tenga razón y que en el interior del país el hacinamiento no sea tanto como en la capital, donde vivimos como sardinas en lata (con barbacoa). Pero el colmo de la desfachatez es que con tantos miles de damnificados de los huracanes del año 2008 en Pinar del Río y las provincias orientales, que todavía están sin casas, albergados, en casa de parientes o arreglándoselas como pueden en chozas semejantes a las taínas, o peor, Alfonso diga que: “En las ciudades y las zonas rurales cercanas a las mismas se nota una expansión. De hecho, entre 2002 y 2012 el crecimiento de la vivienda podría ser mayor al de la población, en un país como Cuba, con muy bajos niveles de fecundidad desde 1978.”
No voy a referirme al por qué de la baja natalidad en Cuba, que todos sabemos a qué se debe. En lo que las parejas esperan que lleguen tiempos mejores para tener hijos, me pregunto si la expansión constructiva en el interior del país a la que se refiere Alfonso se deberá a la proliferación de los llega y pon –oficialmente prefieren llamarlos barrios insalubres.
También los hay en La Habana, rodeada por un cinturón de villas miserias pobladas principalmente por inmigrantes de las provincias orientales. Pero la policía y la Dirección de Vivienda les evitan tanta insalubridad deportándolos, mediante el decreto 217, a sus lugares de origen, donde estarán peor, pero siempre en expansión.
Así, los llega y pon que desalojan –oficialmente prefieren llamarlos extracción en vez de desalojo- dejan espacio en la periferia capitalina para construir las llamadas comunidades de tránsito para albergar a las miles de personas que no tienen casa porque esta se les desplomaron. Y sabemos que este tránsito por los albergues puede durar diez, doce años, toda una vida…Depende no tanto de la necesidad que se tenga y de la disponibilidad de casa que haya, sino de los méritos revolucionarios o la cuantía del soborno que estén dispuestos a pagar a los funcionarios de la Dirección de Vivienda.
La Habana –ay, Juan Formell- no aguanta más, la ciudad se derrumba –ay, Silvio Rodríguez- pero el gobierno, ahora que renunció al igualitarismo para los pobres, se desentiende del asunto, con la aprobación de créditos y la venta de un poco de materiales de construcción que sólo alcanzan para un puñado de afortunados con relaciones en los rastros y bastante dinero para comprarlos.
Según datos del censo de población del año 2002, alrededor del 13% de los habaneros vive en cuarterías. En Habana Vieja y Centro Habana, la proporción se triplica. El 14% de los habaneros vive en esos dos municipios. En ellos, casi la mitad de las casas presentan serios daños estructurales. Igual pasa en Diez de Octubre, Guanabacoa y El Cerro. En el resto de Cuba también. Se calcula que en todo el país, de cada 10 casas, más de 8 necesitan reparaciones, casi siempre capitales. En los diez años transcurridos desde el anterior censo, la situación, lejos de mejorar, ha empeorado.
Aunque lo juren por la momia de Lenin, nadie cree que hoy el déficit de viviendas sea menor a las 600 000 admitidas oficialmente hasta hace poco. Pero sólo hay que esperar los resultados del próximo censo para ver como la ONEI resuelve el problema. O al menos, lo alivia. Los que tengan dudas, le pueden preguntar a Juan Carlos Alfonso.