PUERTO PADRE, Cuba, enero (173.203.82.38) – La muerte de Manuel Fraga, aunque escasamente reseñada por la prensa oficial dentro de la isla, tuvo particular trascendencia en la provincia Las Tunas, donde el político gallego todavía es recordado con afecto.
Con carácter de jubileo, Manuel Fraga fue recibido en 1991 acá. Llegó para visitar el otrora central Manatí, distante de Puerto Padre unos cuarenta kilómetros, del que guardaba recuerdos de la niñez, y para saludar a coterráneos aun afincados por estos lares.
Pero, si la mayoría de los gallegos o sus descendientes recuerdan a Fraga por su proverbial generosidad (a no pocos ayudó), otro retiene en la memoria su visita por un comentario íntimo, casi una confidencia.
Lo dicho por Fraga aquel ya lejano día del reencuentro con sus raíces cubanas, expresado apenas en un susurro, se mantendría fijo en su pensamiento a la hora de explorar el futuro de esta isla.
Según comentó Manuel Fraga, a los cubanos quizás nos esperen días difíciles, porque en Cuba no se puede esperar una transición como la que se dio en España a la muerte de Franco.
La falta de sentido común en Washington hacia La Habana; la de los emigrados cubanos en Miami hacia los cubanos de la isla, y sobre todo, la falta de sentido común del gobierno para encarar las urgencias de la nación, fueron los imposibles para el salto a la democracia, enumerados aquella vez por Manuel Fraga.
Pasado el primer lustro de este siglo, reiteraría esos lastres que impedirían a Cuba conseguir una transición a la española.
Ante la prensa se referiría a ellos como los tres factores necesarios, sólo que personalizó la tercera falta de sentido común, y en lugar de gobierno, dijo: Raúl Castro.
Por estos días, un ciudadano de Puerto Padre residente en Estados Unidos, visitó su pueblo; a su regreso a Miami dijo a sus allegados que en Cuba había de todo, que sólo hacía falta dinero. ¿Acaso es ésta una muestra de la falta de sentido común de las que hablaba Manuel Fraga?
-Incuestionablemente. La falta de sentido común no sólo está en la intolerancia, sino también en la miopía. El inmovilismo del régimen es lógico, puesto que está diseñado para perpetuarse en el poder. La ceguera está en los cubanos que se han conformado con la servidumbre; tanto los que aquí se contentan con sobrevivir, como los que se fueron a Estados Unidos para conseguir una vida mejor, y luego vienen a Cuba a disfrutarla sin pensar en causas más nobles –dijo un sociólogo amigo.
-Mire, si Estados Unidos careciera de sentido común con respecto a Cuba, cuando Bahía de Cochinos hubiera desembarcado marines desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio; o cuando la crisis de los misiles, otras habrían sido las medidas, y no creo que la actuación de los soviéticos hubiera sido diferente a como fue: ¡A casita con sus misiles! Fíjese que hasta permiten que el gobierno cubano les mande un montón de niños para hacer propaganda política en Estados Unidos. No, yo no creo que a Washington se le pueda acusar de falta de sentido común con respecto a Cuba. Tampoco al castrismo se le puede imputar carencia de sentido común, sino un verdadero derroche de creatividad para mantenerse en el poder. ¡Todos los regímenes totalitarios son así! –dijo otro amigo especializado en las relaciones Cuba-Estados Unidos.
-Cuba no es España ni los Castro son Francisco Franco. Sí, la falta sentido común es común en los cubanos, pero no sólo a los de Miami, también a los de la isla. El día en que, como nación, nos comportemos con sentido común, esto es, con un juicio recto, los días del totalitarismo estarán contados –afirmó el sociólogo.
Como Manuel Fraga ya no está para abundar en sus opiniones sobre la transición, no sería mala idea que los cubanos comenzáramos a dar las nuestras. Ese sería un buen inicio para ejercitar nuestro sentido común. ¿Por qué esperar a que otros hagan lo que sólo a nosotros corresponde?