LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -La censura ideológica y los prejuicios sociales continúan siendo determinantes para conseguir un trabajo en Cuba y quienes opten por un puesto de trabajo deben saberlo de antemano.
Acceder a un empleo requiere demostrar afinidad ideológica con el régimen, o al menor simularla bien. También, aunque no se sabe muy bien qué es eso, hay que mantener una buena conducta moral socialista.
Por eso es imposible encontrar personas de diversas tendencias ideológicas (abiertamente) manifiestas en un centro de trabajo en el país, porque todos saben que deben ser, o al menos parecer, “revolucionarios de intachable moral socialista”. Al igual que las calles, según dice una consigna oficial, los empleos son de facto solo “para los revolucionarios”.
Además, para cumplir con los patrones de la moral socialista, los aspirantes a un empleo deben pertenecer a las organizaciones de masas, participar en sus actividades políticas, cotizar sus mensualidades, recoger materias primas para reciclarlas, votar, aplaudir como focas revolucionarias y no haber estado nunca presos.
Quienes posean esas cualidades ideológicas y sociales, siempre que las mantengan, tendrán menos tropiezos para encontrar y mantener un trabajo.
En más de medio siglo de gobierno comunista, por incumplir con estos requisitos miles de personas han sido expulsadas de sus empleos, o se les ha negado el acceso a uno por considerárseles “no confiables”.
Bajo el criterio de “no confiable ideológicamente”, Narcés Águila, asesor literario en la casa de cultura de Cauto Cristo, provincia Granma, fue expulsado de su trabajo. Su “delito” fue expresar durante un conversatorio que no le gustaban los versos libres de José Martí.
En la zona central de la isla, igual suerte corrieron los conductores de programas radiales Fabio Bosh y María del Carmen Duranza, les sacaron del aire los libretos de Triángulo de la confianza y A esta hora, por considerarlos no afines con la política cultural del país.
En cuanto a las dificultades para el acceso a un empleo de quienes han infringido la conducta social, sobra tela por donde cortar.
A los ciudadanos considerados apáticos a la revolución por no manifestarse a favor del gobierno, reunirse con “antisociales”, o haber cumplido una sanción penal, les resulta difícil, y a veces imposible, acceder a un empleo.
No importa que no hayan hecho nada en contra del sistema. Si no están expresamente y manifiestamente a favor, se asume que están en contra. El que se reúne con antisociales, o sea con personas sin vínculo laboral o, peor aun, opositores al régimen, automáticamente deja de ser confiable. El que alguna vez estuvo preso por cualquier razón, es un verdadero cero a la izquierda.
En la actualidad, las dificultades para que los ex presidiarios consigan un empleo cualquiera son tales que el asunto ha llegado a tratarse en los controladísimos medios de comunicación nacional, aunque sin que se le dé solución alguna.
Los prejuicios sociales contra tres mujeres jóvenes que cumplieron condenas por diferentes causas, fueron el tema central en la primera temporada de la recién concluida telenovela cubana Bajo el mismo sol, transmitida en el horario estelar por Cubavisión.
En la serie se vieron las humillaciones, negativas de empleo y comentarios despectivos que deben enfrentar los ex prisioneros, que ya han pagado el precio impuesto por su error.
Dos ex reclusos que vieron su situación actual reflejada en el televisor, escribieron sendas cartas de denuncia que, bajo el título Los barrotes del prejuicio, y Otra vez el prejuicio, fueron publicadas en la sección Acuse de recibo, del periódico Juventud Rebelde.
Pero a pesar de las telenovelas y las cartas publicadas en la prensa oficial, nada cambia. En Cuba, el que no demuestre que comparte la ideología exigida por el sistema o haya cometido estado alguna vez en la cárcel, parece seguir condenado a tocar puertas que no se abren.