LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -¿Vestirse o comer? Es esta la gran dicotomía de muchos cubanos en la actualidad. La pregunta del millón de dólares. Aunque generalmente el instinto de sobrevivencia te obliga a pensar en la comida antes que en el vestir. Sin embargo, los cubanos han encontrado otros modus operandi para vestirse, aunque sea mal.
El gobierno abolió el gusto por el buen vestir que distinguía a los cubanos antes de 1959. Llegó para implantar la grisura y la uniformidad en todos los aspectos de la vida, y el vestir no podía escapar de esta coyuntura. A lo largo de décadas, los cubanos se vieron obligados a vestirse según las escasas posibilidades a su alcance.
Durante los décadas de los 60 y 70, vestir bien, sobre todo con ropa extranjera, facilmente diferenciable de la repetitiva y espantosa ropa que se vendía por la libreta de racionamiento, fue muy mal visto por el sistema. Se consideraba una desviación ideológica, un mal rezago del pasado burgués.
En los años 70 y 80, algunos, muy pocos, se arriesgaban haciendo malabares para obtener dólares, y así podían adquirir ropa de relativa calidad en la antigua tienda de 5ta y 42, cuando en ella solo podían comprar los diplomáticos, los técnicos extranjeros y los altos funcionarios del gobierno. Con la legalización de la tenencia de dólares, en los 90, el paisaje no cambió mucho, se hizo legal tener dólares, pero no los había.
Hoy, en las llamadas Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), la mercancía y productos que se venden son casi siempre feos, pasados de moda, caducos o excesivamente caros. La atmosfera en ellas se hace opresiva, por el mal servicio, combinado con la casi constante falta de climatización.
Existen lasllamadas Boutiques, que venden mejores productos, de marcas reconocidas de ropa y calzado. Tiene marcas como Adidas, Nike, Reebok, Farianni, Giorgio, Zara, Lacoste o GAP. Estas tiendas se encuentran ubicadas en los hoteles, o en las mejores y más turísticas zonas de la capital, como Vedado, Miramar, Habana Vieja. Pero siempre están vacías, sin clientes, porque sus precios son exorbitantes, inalcanzables para el bolsillo del cubano de a pie. La gente les llama las “tiendas de las jineteras”.
En el año 2010, se inició el denominado proceso de renovación del modelo económico, y con la apertura al sector privado, muchos de los nuevos trabajadores por cuenta propia se han dedicado al comercio de ropa. Estos comerciantes se han posicionado en rincones estratégicos de algunas áreas de la ciudad: esquinas con mucha afluencia de personas, en las cercanías de los agromercados, en espacios o recintos antes usados en ferias artesanales, o en portales y garajes, a lo largo de las grandes avenidas de la ciudad.
Los nuevos tenderos brindan al público ropa “a la moda”, generalmente traída de Ecuador, Panamá, México y Venezuela, y, por supuesto, de Miami, por “mulas” que traen la mercancia como equipaje personal. Las vestimentas importadas de estos países, aunque generamente es mercancía de la más barata y de mala calidad, llaman la atención de los cubanos por su colorido y su diseño moderno.
Desde hace un tiempo, existe la opción de pedir la ropa por catálogos, encargos de artículos específicos que son traídos por mulas directamente a quien las pide o a tenderos revendedores que tienen los contactos en el exterior. Esta modalidad también incluye calzado, perfumes, bisuterías o ropa interior, pero los artículos resultan más caros. Sin embargo, el método es efectivo y funciona bien. La mercancía deseada se paga por adelantado, al hacer el pedido.
De este modo, el sector emergente de los llamados nuevos ricos, comienza a diferenciarse además por vestir bien y a la moda. Cada vez se nota más la diferencia entre el “look” de estos nuevos ricos y el sector abrumadoramente mayoritario de la población, que se viste con lo que puede conseguir y se enfrenta a diario a la traumática disyuntiva : ¿Me visto o como?