LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -El señor Adolfo Pérez Esquivel es arquitecto de profesión, y también una persona preocupada por el acontecer político en su Argentina natal y el resto del mundo. Esa preocupación lo llevó a oponerse a la Junta Militar que gobernó a su país en los años 70. Estuvo encarcelado y a punto de ser ultimado por la represión castrense. Ah, claro, y no podemos olvidar que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1980.
En su más reciente visita a Cuba, con motivo de la III Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, el señor Pérez Esquivel ofreció declaraciones al periódico Trabajadores (edición del lunes 4 de febrero), en las cuales se refirió a otros dos galardonados con la preciada distinción que distingue a los defensores de la paz mundial: el presidente norteamericano Barack Obama, y la Unión Europea.
El señor Pérez Esquivel no está de acuerdo con que al mandatario estadounidense le hayan conferido el Premio Nobel de la Paz, pues según él, Obama tiene pendientes muchas situaciones injustas que resolver, y nada ha hecho al respecto. Nos cuenta Esquivel que, en el momento de la concesión del Nobel al Presidente, le envió una carta en la que expresaba su sorpresa por ese reconocimiento. Pero ya que lo ostentaba, Obama debía de evidenciarlo “construyendo la paz”. Según Esquivel, el inquilino de la Casa Blanca, para comenzar a ser merecedor del pergamino, debe prohibir cuanto antes el uso de las armas de fuego en su país, y liberar a los cubanos que guardan prisión en Estados Unidos acusados de espionaje.
Al referirse a la Unión Europea, el señor Esquivel asevera que se opuso a la concesión del Nobel al considerar que esa agrupación no respeta los deseos de Alfred Nobel, el creador de esos premios. Esquivel insiste en que esa entidad prioriza las soluciones por la vía militar, en vez de buscar otros acercamientos.
A primera vista, y con independencia de que estemos o no de acuerdo con los señalamientos de Esquivel, parece plausible que se vele por la pureza de un galardón como el Premio Nobel de la Paz, y sobre todo estar al tanto de que los premiados, con su acción posterior, no pongan en duda el reconocimiento que un día merecieron. Sin embargo, este papel de censor que se ha atribuido el señor Esquivel le debería de corresponder a alguien que sea consecuente con su manera de actuar. Y he ahí donde falla este político e intelectual argentino.
Resulta que la condecoración de 1980 le fue otorgada a Pérez Esquivel por su defensa de los derechos humanos. Pero él, en vez de mantener una actitud vertical en la defensa y observación de tales derechos, solo aplica una especie de doble rasero. Porque el señor Pérez Esquivel es implacable cuando se trata de gobiernos de derecha que no respetan los derechos humanos, pero se hace de la vista gorda si las denuncias recaen sobre un régimen de izquierda. En el caso específico de Cuba, este Premio Nobel de la Paz jamás ha criticado a los gobernantes de la isla a pesar de su largo historial de violaciones de los derechos humanos. Ni por el encarcelamiento de opositores, ni por el atropello de turbas desenfrenadas a las indefensas Damas de Blanco, ni por las coerciones a las libertades individuales, ni por la imposibilidad de los cubanos de elegir directa y libremente a su presidente.
Entonces, ¿qué moral le asiste al señor Adolfo Pérez Esquivel para poner en tela de juicio los Premios Nobel de Barack Obama y la Unión Europea? Realmente ninguna. Solo que, al ser vertidas en la prensa oficialista cubana, esas declaraciones no hacen más que acercarnos a un dicho muy recurrente: el papel aguanta todo lo que le pongan.