BAYAMO, Cuba.- El pasado domingo 20 de septiembre, el suicidio de Olián Sánchez Velásquez, joven bayamés de 36 años que por causas desconocidas decidió poner fin a su vida, dio paso a toda una cadena de sucesos desafortunados que sufriría el cadáver antes de la sepultura.
Ana Velásquez Capote, tía de Olián, cuenta que fue el padre quien hizo el doloroso descubrimiento a las diez de la mañana. Forzó una persiana y abrió la puerta de la casa del joven, preocupado por su inusual tardanza en levantarse. Colgado de una sábana desde la tarde anterior, sujeto a la ventana a baja altura, estaba el cuerpo rígido. Este fue el punto de partida de los dolores que sufrirían sus familiares ese día.
Al sufrimiento generado por la fatal noticia, se sumó la espera por la llegada del personal autorizado legalmente para manipular el cadáver. Cuentan los familiares que, al llegar estos dos horas después y notar la hinchazón del cuerpo, solicitaron un ataúd mayor, que llegó alrededor de las dos de la tarde cuando ya el cadáver, debido al calor imperante, despedía olor.
Ante la carencia de formaldehido (formol) para su conservación y el estado de descomposición del cuerpo, las autoridades determinaron que no tendría funeral y lo enviaron directamente al cementerio, donde rústicamente le fue realizada la autopsia, dentro del ataúd y en un pequeño espacio al sol y al aire libre, al fondo del cementerio. Autoridades policiales presentes se encargaron de alejar a quienes estábamos presentes del lugar, mientras los forenses manipulaban el cadáver.
Una lluvia espesa les interrumpió, por lo que provisionalmente metieron el cadáver en una bóveda cercana. Un empleado del cementerio informó a los familiares que para casos de esa índole, allí existía un local para las autopsias y que no entendía por qué no lo usaron en esta ocasión. Una vez terminada la lluvia, el equipo de forenses culminó su labor y se retiró para analizar muestras y enviar la orden de defunción reglamentaria desde el hospital, ubicado al otro extremo de la ciudad.
¿Todo acabó? Pues no. Listo el cuerpo y dada la autorización de la funeraria local de apresurar el entierro, el personal de la necrópolis se negó a sepultarlo hasta la llegada del documento firmado y el análisis forense. Como era domingo, día de descanso de una de las firmantes, tuvieron que ir a su casa, para obtener la firma que detenía la sepultura.
Camino al panteón familiar, un doliente expresó: “Ya esto parece La muerte de un burócrata (filme cubano), por falta de un papel, mira que rollo han formado y la hora que nos ha cogido. Ya uno no se puede morir los domingos, porque no hay quien firme la boleta de defunción”.
Eran pasadas las seis de la tarde, cuando los desconcertados familiares pudieron dar santa sepultura al cadáver. El ataúd sin sellar, destilaba un líquido sanguinolento y maloliente y sufrió leves roturas al ser depositado en el panteón familiar, donde se espera que Olián por fin pueda descansar en paz.