LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – En su novela autobiográfica Islas en el golfo, el escritor norteamericano Ernest Hemingway conduce todas las mañanas su Ford desde la finca Vigía, en San Francisco de Paula hasta el bar Floridita, en la calle Obispo, y describe el tráfico de La Habana como neurótico.
Décadas después, tal neurosis se ha multiplicado con la institucionalización del periodo especial, que mantiene en vilo a conductores y peatones que andan con la cabeza llena de problemas, y a veces convierten la vía en una pista de carritos locos.
Las infracciones que se observan en la vía son múltiples y el número de accidentes crece. Recientemente el gobierno dictó la ley 109, que según varios encuestados es más dura que las anteriores en algunos acápites, como el referido a las sanciones que se aplican a quien descubran manejando con aliento etílico; también las violaciones de las señales y el exceso de velocidad; aunque es más flexible con los choferes sancionados por contravenciones menores, ya que pueden recuperar los puntos perdidos, y hasta la licencia, mediante cursos de capacitación.
Las sendas más peligrosas de la ciudad continúan siendo Avenida del Puerto, Vía Blanca, Ayestarán, Prado, Malecón, Quinta Avenida y Avenida 51.
A las leyes del tránsito 160, 177 y 188 se suma ahora la ley 109, pero aún conspiran contra ellas una deficiente señalización, sobre todo las señales que advierten los límites de velocidad, zonas escolares y hospitales, y el mal estado de las calles.
Lázaro Brito, de 53 años, trabaja como inspector de transporte del Grupo Estatal de Transporte Alternativo, en el punto de Quinta avenida y 240, en Jaimanitas; se encarga del transporte de pasajeros en los vehículos estatales y también del control del tráfico en la zona. Dice que entre las incidencias más peligrosas se cuentan los que andan en bicicleta, los motoristas y los taxistas particulares conocidos como boteros, quienes incumplen el 50 por ciento de lo regulado en el código vial.
Añade Brito que los autos estatales que deben detenerse ante su uniforme azul y su tablilla en ese punto, también violan un buen número de decretos, entre los más notables: no parar ante su llamado, o mentir al comunicar el destino marcado en la hoja de ruta.