MIAMI, Florida -Los cubanos somos muy apasionados y explosivos. Por eso es tan difícil tratar de juntarlos para llegar a un acuerdo o desarrollar un plan de trabajo. El cubano siempre se criticará a aquellos con los que no se está de acuerdo, siempre se opondrá a aquello que no se haga como cree que sería correcto y llegar a un consenso será algo prácticamente inalcanzable, ya que implica aceptar instancias con las que no se está 100% de acuerdo.
La Democracia implica una diversidad de opiniones, y la realización de consensos que hagan factible un plan de trabajo, y unirse para lograrlo, pero ya nos lo había hecho ver el desaparecido Luis Aguilar León. Cada cubano cree saberlo solo y se considera genio, y los genios no se llevan bien entre ellos, por eso aunque es fácil reunir a los cubanos, es casi imposible unirlos.
Todo esto se ha hecho más que evidente con los llamados acuerdos para la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, que por cierto, más que un acuerdo, son una lista de objetivos que ambos países esperan lograr para llegar a un acuerdo. Las reacciones han sido de todos los colores y sabores, y mientras unos lo apoyan abiertamente otros lo critican y acusan al presidente Obama de “Traidor”.
Lo que Obama planteó fue algo que yo había mencionado en varias de mis columnas de los últimos dos años: No podíamos seguir así. No hacíamos nada diferente y por eso nada cambiaba y no se avanzaba. Así se llegó al acuerdo del 17 de diciembre de 2014, que más bien es una carta de intenciones para buscar normalizar las relaciones entre los dos países. El acuerdo solo rompe el impasse, y si se logra culminar, se normalizarían las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
No habían terminado de hablar Obama y Raúl Castro, cuando comenzaron las protestas y las exigencias a que Estados Unidos fuera muy duro con Cuba, y que le exigiera concesiones en el aspecto Derechos Humanos. Pero esto no estaba en el programa. El mismo Obama declaró que no habría cambios en los derechos humanos de manera inmediata. Pero el tema se politizó, porque en Estados Unidos todo lo relativo a Cuba, se politiza.
Nunca fue objetivo de Estados Unidos que mediante los acuerdos se desarmara el régimen cubano. Por otro lado, eso de que se legitima al reconocerlo como gobierno es un planteamiento absurdo, pues un gobierno que lleva 55 años en el poder, que es reconocido por casi todos los países y organizaciones internaciones, se ha legitimado de Facto. ¿O acaso alguien duda de que para el 99.9% del mundo, Raúl Castro es el presidente de Cuba?
Y no creo que nadie dude de que mientras Raúl Castro esté en el poder, es muy difícil que en Cuba se produzcan cambios rápidos y mucho menos drásticos y eso no lo desconoce el propio gobierno norteamericano. Es evidente que se está sembrando el terreno para probables cambios que nunca sucederían antes de que ocurra la transferencia generacional que no será antes de 2018. Mientras tanto, el gobierno de Cuba manejará las cosas a su ritmo, y alargará todas las negociaciones porque nada de importancia estratégica sucederá mientras Raúl Castro sea el que Gobierne.
La disidencia acaba de terminar una reunión para discutir planes de acción, pero nadie ha planteado un esquema de preparación para cuando llegue ese momento de la sucesión. Cabe señalar que lo anterior implica especular un poco, pero creo que lo que se asume tiene bases para ser consideradas factibles. El problema de Cuba, todavía va para rato ya que Raúl Castro no planea retirarse hasta 2018.
Sólo el tiempo dirá si el plan funciona