MIAMI, Estados Unidos. – En días recientes, con motivo del Año Nuevo, Mariela Castro felicitó al pueblo de Cuba y lo exhortó a seguir resistiendo, es decir, a seguir pasando hambre, penurias y falta de libertades. De ese “noble gesto” todos nos dimos cuenta. Sin embargo, el mensaje más interesante, tenebroso y sutil pasó inadvertido a la conciencia de la gente, cumpliendo así el objetivo de taladrar el inconsciente para asentarse en él en espera de ser convocado por las circunstancias.
Me refiero a la caracterización de la anquilosada Revolución como “viaje”, como “aprendizaje”, como “proyecto de transición socialista”. De manera muy diáfana Mariela nos está diciendo que en Cuba no hay socialismo y que estamos transitando hacia este con todos los inconvenientes y dificultades que ello entraña.
Esa es, exactamente, la posición de la oposición leal, de los socialdemócratas cubanos dentro y fuera de la Isla. Ese es también el argumento que esgrime hoy en España el celebérrimo Yunior García Aguilera. Y no hablemos todavía de conspiración y complicidad entre los reformistas dentro del régimen y la oposición leal. Simplemente, digamos que ambos están por lo mismo, ambos persiguen un mismo objetivo y un mismo futuro para Cuba, ambos esgrimen el mismo argumento: “en Cuba no hay socialismo”. Precisamente, falacias como estas le han permitido a la izquierda internacional perpetuar el socialismo.
¿Es Cuba socialista?
Para responder a esta pregunta veamos primero algo sobre el socialismo en los Estados Unidos a modo de comparación. Uno de los parámetros a tomar, a la hora de caracterizar un país como socialista, es el tamaño del Estado/Gobierno. La derecha republicana en los Estados Unidos pelea por un Estado (gobierno) pequeño, es decir, quiere reducir el gobierno y su burocracia. La izquierda demócrata, por el contrario, intenta aumentar ambas cosas a toda costa. El creciente papel del Estado es ya un indicador de la radicalidad del socialismo. En Cuba el Estado es inconmensurable y omnipresente. Y es lógico que así sea toda vez que la Cuba revolucionaria es de matriz totalitaria, lo que significa que se inscribe en el tronco de los socialismos de Estado (fascismo, nazismo y comunismo) como una derivación de la versión socialista de base marxista, es decir, la comunista o soviética.
En cuanto a los impuestos, en los Estados Unidos la derecha republicana se decanta por reducirlos mientras que la izquierda demócrata es partidaria de aumentarlos. En Cuba los impuestos son astronómicos a tal punto que el salario no alcanza para cubrir siquiera los gastos básicos mínimos de absolutamente ningún trabajador. Los impuestos elevados son una tendencia socialista y aquí Cuba califica sin el menor pudor. El otro parámetro que tomaremos será la regulación económica. A más regulación de la economía más socialismo. En los Estados Unidos la Reserva Federal se dice que interviene en la economía mediante la impresión de dólares y la regulación de los intereses bancarios. En Cuba la intervención del Estado en la economía es total.
Naturalmente, comparar el creciente socialismo de los Estados Unidos con el putrefacto socialismo cubano no arroja mucha luz que digamos. A Cuba hay que entenderla desde la perspectiva del socialismo de Estado. Y cabe decir que en ningún caso se trata de un proyecto en construcción, de una fase de transición al socialismo, sino de un socialismo hecho, puro y duro. Se trata simplemente ―y muy a pesar de los socialdemócratas de la oposición leal y de Mariela Castro― del socialismo real. Así que la respuesta es: sí, Cuba es socialista y nada puede ser mejorado en ella, porque se trata de un socialismo en su más alto grado de realización. Lo que sigue es justamente la restauración del capitalismo y la democracia, para lo cual no es necesario transitar a formas más blandas de socialismo como las que fantasea la ideología socialdemócrata.
El socialismo de Estado
En sus orígenes, el socialismo de Estado es una reacción al modelo de nación parlamentario burgués que se erigió como alternativa o remiendo de las monarquías absolutas del Ancien Régime. En el sistema parlamentario el gobierno es nombrado por el parlamento, pero el parlamento es elegido por el pueblo. Esta es la clave que mueve las fibras del socialismo de Estado. El pueblo tiene poder y ese poder debe ser secuestrado por el Estado/Partido, es decir, por la nomenclatura partidista que a su vez son los líderes del Estado. Siendo el pueblo la garantía de acceso al poder, todos estos regímenes socialistas de Estado compartirán esa característica “adoración” del pueblo (Volk, Popolo, Narod).
Téngase en cuenta que fue la burguesía la que creó al proletariado y que los socialismos de Estado pugnaron entre sí para llevarse ese gato al agua. Los comunistas soviéticos aspiraban a conquistar el proletariado mundial (internacionalismo) y eso era inaceptable desde las perspectivas socialistas de Estado-nación que imaginaban los nazis y los fascistas. Porque de eso se trataba: de la articulación de los Estados modernos, de los Estados nacionales-territoriales, que no debían ser burgueses, sino socialistas.
Las rencillas entre los modelos totalitarios de socialismo de Estado no hacen socialistas a unos y no a otros, no hacen de izquierda a unos y de derecha a otros. El socialismo ―tanto interna como externamente― siempre ha sido enemigo de sí mismo, esa es su naturaleza. Un ejemplo de ello es la guerra entre el nazismo y el comunismo, así como las purgas periódicas internas entre la propia nomenclatura partidista. En la actualidad, el socialismo de Estado choca con la izquierda internacional en lo que toca al globalismo. Ni a Cuba ni a Corea del Norte les interesa perder el control de su soberanía por más izquierdoso que esto pueda sonar. De igual manera, los nazis rechazaron el internacionalismo soviético. Y este último, en tanto socialismo de Estado al fin, también se hubiera opuesto hoy al socialismo globalista.
El último parámetro que tomaré en cuenta para cerrar este acercamiento al socialismo cubano va a ser la relación individuo/Estado. Hay una relación de proporcionalidad inversa entre el individuo y el Estado, a saber: mientras más grande y fuerte es el Estado más débil e indefenso es el individuo. Ya sabemos que esta característica del socialismo es en Cuba más visible que en cualquier otro lugar del planeta. Pero hay también una relación de proporcionalidad directa entre el poder y la libertad del individuo. A mayor libertad más poder del individuo. Y a mayor poder del individuo mayor es su libertad. En el socialismo la cuotas de poder y libertad individual están reducidas al mínimo posible. En el capitalismo, en cambio, el panorama es bien distinto.
Como se sabe, el capitalismo se asienta en las libertades individuales, la división de poderes, la propiedad privada y el libre mercado. El socialismo de Estado tiende, por el contrario, a controlar todo lo anterior. Cuba es el mejor ejemplo de ello y, en consecuencia, el ciudadano cubano se encuentra en una situación de indefensión máxima. Pero, veamos qué puede esperar el individuo del globalismo.
Un gobierno global es también socialismo, por lo que cabe esperar que el individuo se encuentre ―y cada día lo está en mayor medida― totalmente indefenso ante ese poder global al cual no tiene ningún acceso ni posibilidades de regularlo. De aquí se sigue que si bien el socialismo de Estado no fue una buena opción para la Cuba pasada, tampoco lo es la socialdemocracia para la Cuba presente (en transición, según Mariela Castro) ni el globalismo para la Cuba futura. Así es que ―cubano― entienda que Cuba sí es socialista. Y la Cuba que viene podría seguir siéndolo si usted no abre los ojos y decide tomar acción antes que sea demasiado tarde. Por lo pronto, no admita que nadie le diga que Cuba no es socialista. Ese es un argumento socialista y la opción de la libertad está en las antípodas del socialismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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