LA HABANA, Cuba. ─ En el principio, fue el Gran Alzamiento Nacional Anticomunista del pasado 11 de julio. Se difundió en las redes el inicio de la histórica protesta en la villa de San Antonio de los Baños. Al conjuro de esa información, los cubanos salieron de manera espontánea a protestar en medio centenar de puntos distintos de nuestro archipiélago; en ocasiones, varios de ellos enclavados en una misma ciudad, como sucedió en La Habana.
El segundo aspecto a destacar en ese contexto es la brutal represión desatada por el régimen comunista. Resalta dentro de esto el llamado hecho por el Presidente no electo: “La orden de combate está dada”. Al conjuro de ese mandato fratricida, las calles fueron inundadas por policías y militares; también por civiles que iban todos armados de maderos de igual tamaño y similares características, lo que dejaba en claro que actuaban en virtud de instrucciones precisas provenientes del poder.
Tras la arremetida feroz de arrestos y apaleamientos, se está produciendo la represión más brutal. Esta vez no se trata sólo del actuar de los agentes de la autoridad, ya sean estos formales o no. Ahora les ha correspondido el turno a quienes ejercen directamente esa autoridad; para colmo, en el campo de la justicia; es el caso de los fiscales y jueces.
Estos últimos señores han estado muy lejos de actuar como los estudiosos de la ciencia del derecho que se supone que sean. Muy lejos de ello, hasta el momento se han comportado como vulgares perros de presa: responden a la voz del amo, y cuando este grita “¡muerde!” se lanzan feroces hacia los puntos vitales de la víctima y cierran sus mandíbulas sobre ella.
Si su dueño da la orden de “¡sacude!”, agitan con diligencia la cabeza de un lado a otro. Por último, cuando por excepción se produce el mandato de “¡suelta!”, abren sus fauces con pocas ganas, y permiten que la presa, aunque lastimada, recupere una relativa libertad; en ocasiones, la víctima logra incluso marcharse a su casa, aunque continúe sujeta a un proceso penal.
Pero lo de la liberación constituye la excepción. En las últimas semanas, la prensa independiente nos ha brindado múltiples informaciones sobre los desproporcionados castigos solicitados por los fiscales del castrismo e impuestos por sus jueces: ¡Diez años por dañar un retrato del fundador de la dinastía! ¡Penas de más de un lustro por el mero hecho de desfilar, reclamar libertad y pedir la renuncia de jefes no electos!
Pese a esta verdadera orgía represiva, un grupo de activistas prodemocráticos, nucleados en un proyecto al que han dado el nombre de Archipiélago, se han dirigido a las autoridades locales en diferentes ciudades del país. Los anima el propósito de reeditar la protesta cívica del 11 de julio, aunque con la pretensión —cabe presumir— de hacerla de manera más organizada y masiva.
Mucho se ha debatido acerca de si era necesario y conveniente solicitar un “permiso” para ejercer ese derecho de manifestación pacífica que reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos y también proclama la actual Constitución cubana. Es probable que todo se reduzca a un problema terminológico: en lugar de pedir autorización a los representantes del poder, tal vez habría bastado con notificarles el propósito perseguido por los organizadores.
En cualquier caso, este detalle ha perdido actualidad desde el mismo momento en que los intendentes de media Cuba, con una unanimidad que sólo puede obedecer a órdenes provenientes “de arriba”, han negado de modo arbitrario el permiso solicitado. El propósito anunciado por los promotores (mantener el llamado a desfilar pese a esas infundadas negativas) ha convertido en algo intrascendente y obsoleto la alusión a los aludidos escritos iniciales.
En el ínterin, se convocó a un “Día Nacional de la Defensa” para el mismo día (20 de noviembre) que los organizadores habían anunciado para su demostración. En respuesta a ello, se decidió adelantar la convocatoria para el 15 del propio mes. Pero los cerebros fértiles y taimados de los represores castristas han continuado su actuación al respecto.
Anunciaron actividades con motivo de la refundación de la ciudad de La Habana junto a la bahía de la costa norte. La celebración de ese aniversario 502 (el cual, por ende, ni siquiera es cerrado) tendría un sentido puramente local y capitalino. El suceso, además, tuvo lugar un 16 de noviembre. Es cierto que, en ocasiones, las conmemoraciones comienzan la víspera, pero ya cerca de la medianoche, para esperar la llegada de la fecha histórica; nunca en horas laborables, que es cuando tendrían lugar las manifestaciones. ¿Pero quién ha visto que un castrista se arredre por tan poca cosa!
La otra contramedida gubernamental es la realización de una actividad infantil el propio día 15. Se trataría de un “plan de la calle”. Al respecto, el sitio oficialista CubaSí contiene un material que data de 2015. O sea, de una época en que los comunistas, ni en sus peores pesadillas, soñaban con que el pueblo cubano se lanzara a las calles a demandar su salida del poder.
En el texto, el escribidor castrista alude a la existencia actual de los videojuegos, y se pregunta: “¿Será por eso que últimamente veo con mucha menos frecuencia aquel divertido y familiar espectáculo de los planes de la calle?”. Por otra parte, también afirma que se celebraba “casi siempre domingo”; ¡pero el 15 de noviembre será lunes!
Una vez más se hace necesario comentar: se trata de detalles que no logran arredrar a un represor al servicio del régimen de La Habana. Y en tan gran medida, que no se cohíben de diseñar su plan para convertir a los inocentes niños en potenciales “escudos humanos”.
Pese al carácter pacífico que se ha anunciado para las demostraciones de ese día, los infantes servirían para proteger a los corchetes de lo que pudiera llegar a ser una nueva demostración de la ira popular. ¿Habrá progenitores estúpidos, inconscientes o fanáticos que se presten a convertir a sus hijos en instrumentos de semejante canallada!
Los comunistas cubanos, pues, aparecen como participantes en un novedoso juego de “las candelitas”. Al reclamo de un participante, responden con un displicente “¡allí fumé!”. Y todo, en la misma fecha del venidero 15 de noviembre, anunciada por el grupo Archipiélago como día de la Marcha Cívica por el Cambio.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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